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Por: José Luis Martínez Juárez

Los seres humanos estamos expuestos a múltiples fenómenos naturales que de manera inesperada se pueden presentar. Hay diferentes tipos de desastres, aquellos naturales por fenómenos meteorológicos, sismos, entre otros más. También, están los desastres ocasionados por el mismo hombre como son ataques biológicos y tecnológicos. Y los desastres sociales derivados de la hambruna, terrorismo, guerras.

Uno de los fenómenos no predecible son los sismos. Llegan de repente, generando devastación, incertidumbre, pánico y grandes daños en todo tipo de infraestructura. Pero más allá de los bienes materiales, está el impacto en la salud mental de quienes presencian el fenómeno. Entendiendo que un desastre es un evento a gran escala usualmente inesperado. Cuando esto sucede el impacto es brusco, impredecible e incontrolable, por lo tanto, la magnitud que ocasiona la pérdida de vidas humanas y el sufrimiento, exceden la capacidad de afrontamiento de la comunidad.

El impacto que tiene un desastre puede repercutir desde el proyecto de vida de las personas hasta su punto de vista que tiene sobre el mundo y sobre sí mismo. Cada persona responda de manera distinta, algunos por medio de un duelo que tiene relación directa con la magnitud del evento. Dentro de esto, las personas pueden sentir culpas, miedos, ansiedad y angustia. Situación que debe ser valorada para evitar el desarrollo de un trastorno mental.

Si la persona no tiene buena capacidad de resiliencia para afrontar el problema, esto puede derivar en estrés agudo, ansiedad y depresión. En el caso particular del estrés agudo se puede manifestar por una agonía emocional acompañado de episodios de ansiedad, situación que deriva en algunas manifestaciones físicas como son los problemas estomacales, así como la sobre excitación al momento del evento o durante las réplicas.

La primera manifestación durante las primeras horas del suceso, las personas pueden atravesar por crisis de ansiedad. En ese preciso momento, entra la angustia cuando no se puede establecer comunicación con los seres queridos, porque se genera un miedo o temor de saber que algo malo les haya ocurrido, se piensa en ese momento lo peor.

Taquicardia, dificultad respiratoria, sequedad en la boca, náuseas o deseos de vomitar, vértigos, irritabilidad, estados de alerta y morderse las uñas, es una forma de manifestar la ansiedad. No debemos olvidar que la ansiedad es una emoción negativa vista como una amenaza, como una anticipación de que algo malo va a ocurrir. Surgen temores de todas partes. La ansiedad provoca reacciones físicas y psicológicas, que se escapan muchas veces de su control y son difícil de manejar. Si durante el suceso la persona presentó pérdidas muy significativas, está más propensa a desarrollar depresión, porque la afectación fue mayor y requiere llevar un proceso de duelo bien elaborado o en su caso recibir el acompañamiento de un profesional de la salud mental.

En estos casos de desastres, el apoyo de los primeros auxilios psicológicos es de vital importancia porque permite brindar atención que contribuya a detectar si la persona requiere la atención psiquiátrica y psicológica, que le permita restablecer su salud mental de una forma normal, regresando así a la normalidad, sin tener en el futuro secuelas.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Psicólogo José Luis Martínez Juárez