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Por: Percy Bustes Peralta

“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos” BUDA

Seguramente has escuchado la leyenda Cherokee de los dos lobos: El viejo abuelo le contaba a su nieto “Es como si hubiera dos lobos dentro de mí; un lobo es bueno y no hiere a nadie. Él vive en armonía con todo a su alrededor, no se ofende y no se toma nada de manera personal. Él sólo peleará cuando sea preciso hacerlo y además lo hará de manera correcta. Pero el otro lobo está lleno de rabia y resentimiento. La situación más pequeña le cambiará el temperamento. Él pelea con todo el mundo, todo el tiempo, sin ninguna razón. Él no puede pensar porque su rabia y odio son mucho más grandes. Es una rabia sin sentido, porque esa rabia no produce ningún cambio. Algunas veces es difícil vivir con estos dos lobos dentro de mí, porque ambos lobos tratan de dominar mi espíritu.” El joven miró atentamente a los ojos de su abuelo y le preguntó — Abuelo, ¿Cuál lobo ganará? El abuelo sonrió y dijo — Aquel a quien yo alimente.

¿Te ha pasado que te despiertas en la mañana con una sensación de vacío, de desconsuelo o de que algo te falta y no sabes qué es? Saltas de la cama, pones música o el noticiero, te das una ducha, te tomas un café y te envuelves en tu rutina diaria para no pensar. Otras veces en cambio, recibes el nuevo día agradecido, cuentas inconscientemente tus bendiciones, te sientes ilusionado, enamorado de la vida … ¿Qué está ocurriendo?

Son muchos los psicólogos y terapeutas que coinciden en que el problema se origina incluso antes de nacer. Dentro del útero materno, nos sentimos súper cómodos, felices, en paz; conectados y unidos a nuestra madre y en consecuencia, unidos a todo lo demás, a todos los demás. Este es nuestro estado ideal y si pudiéramos, jamás dejaríamos este entorno seguro. Pero esto no ocurre así, salimos al mundo y nos tenemos que enfrentar a la cruda realidad, sentimos frio, hambre; necesitamos seguridad y protección. Empieza la lucha, requerimos ponernos máscaras para relacionarnos con los nuevos amigos, compañeros, familiares, vecinos, profesores, con el sexo opuesto. Si nuestra autoestima está demasiado baja, nuestros mecanismos de defensa nos hacen parecer arrogantes, impacientes, autosuficientes, egocéntricos, narcisistas, ingobernables, intolerantes y es así cuando nos identificamos con el EGO. Olvidamos nuestra verdadera esencia: La bondad, la alegría, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la compasión y la paz. Nuestra verdadera esencia es estar conectados con el SER.

Dice el conferencista español Borja Vilaseca que “El viaje del autoconocimiento consiste en trascender el EGO para reconectar con la esencia que verdaderamente somos y donde se encuentra la felicidad, la paz y el amor que equivocadamente buscamos afuera”

Quiero ser la mejor versión de mí mismo, pero para eso necesito cambiar mis creencias, valores y percepciones; — ¿Qué creencias? 1.- Que Dios castiga con el fuego eterno a los que mueren en pecado mortal y premia a los que viven virtuosamente. 2.- Algunos nacen con estrellas y otros estrellados. 3.- El hombre es el ser supremo de la creación y la mujer está para complementarlo y satisfacerlo. 4.- No existe vida después de la muerte. 5.- Hay que ganar mucho dinero para ser feliz. — ¿Qué valores? 1.- La violencia es la partera de la historia. 2.- Las personas fracasan porque no hicieron el suficiente esfuerzo. 3.- Dios perdona el pecado, pero no el escándalo. 4.- El vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo. 5.- Con idiotas ni a misa. — ¿Qué percepciones? 1.- No tomarme nada personal. 2.- Cualquier tiempo pasado fue mejor. 3.- Sólo a mí me ocurre esto. 4.- Los negros (o los chinos) tienen el humor muy fuerte y huelen mal. 5.- No existe el amor puro; o se compra o se vende.

Aunque no coincido con el 100% de esta lista, son varias las características que debo cambiar para seguir trabajando en mi mejor versión. Seguramente tú puedes aumentarla y aplicártela. Se me hace muy fácil describir los defectos de los demás, pero me trabo cuando debo poner por escrito los míos.

Pensamientos — Emociones — Acciones — Sentimientos:

El ser humano tiene alrededor de 50,000 pensamientos diariamente, y la mayoría (80%) son tóxicos o negativos. De hecho, más del 90% de las cosas que nos preocupan, no se harán nunca realidad. El pensamiento es aquella capacidad por la que procesamos la información que recibimos de estímulos, de recuerdos o del mismo pensamiento previo elaborado. De acuerdo a cómo manejemos ese pensamiento, generaremos emociones positivas o negativas; estas emociones a su vez nos llevan a comportarnos de tal o cual manera. En el mejor de los casos, el pensamiento emocional consciente ayuda a llevar las emociones hacia una conducta adecuada. Luego de la acción, viene la evaluación que puede ser el sentirnos satisfechos por la manera como hemos procedido o ser víctima de remordimientos por haber actuado contrariamente a nuestras creencias. De aquí la necesidad de ser coherente entre lo que pienso, lo que digo, lo que hago y lo que siento. Puedo pensar de una manera y comunicarlo bien, aunque en los hechos hago todo lo contrario o puedo actuar de acuerdo a lo que pienso y lo que digo, pero al final del día, sentirme mal por mi manera de actuar.

Entonces, ¿Nuestro Universo particular es la proyección de nuestro inconsciente? — Así es; la realidad es neutra, un mismo hecho lo pueden interpretar dos personas (o dos grupos de personas), de manera totalmente opuesta. Lo importante no es lo que ocurre alrededor si no, qué hacemos con eso que está pasando. Basta con mirar nuestro entorno, cada vez son más evidentes las diferencias irreconciliables entre dos bandos; lo vemos en el deporte, en la política, la economía, la religión, en nuestra vida diaria; y cada día se polariza más. ¿Te ha pasado que crees conocer muy bien a una persona hasta que, ante un hecho concreto, resulta que piensa de una manera que te parece imposible de creer? ¿Quién tiene la razón? Pues ambos, no hay verdades absolutas (y en estos tiempos mucho menos); solo nos queda practicar la aceptación. Te dejo una oración que se le atribuye a los Estoicos (escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el 300 a.c.):

“Dios, concédeme Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, Valor para cambiar las que sí puedo y Sabiduría para reconocer la diferencia”.

Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor. Percy Bustes Peralta