Telatiroplena.com, periodismo serio, social y humano

Por: JORGE GUEBELY 

El capitalismo, en su implacable moral, donde casi todo tiene precio y casi nada tiene valor, la deshonestidad constituye la mejor mercancía en el Estado, el mejor negocio político.

Entre dirigentes codiciosos y deshonestos, el honesto corre peligro. Puede convertirse en infractor, en prisionero, en amenazado, en exiliado, en un asesinado. Paga cara su honestidad.

Por honesto, quizás asesinaron a Jorge Enrique Pizano, auditor de la Ruta del Sol. No sopesó la enorme codicia, los millones en los negocios de Odebrecht con las elites económicas del país.

La Fiscalía de Humberto Martínez y la de Francisco Barbosa lo persiguió por violar la ley de la deshonestidad. Intentó ocultar el posible crimen dilatando y archivando la investigación. Contaron con la complicidad del Instituto de Medicina Legal y sus absurdas pruebas. Por su enorme rentabilidad, esa deshonestidad estatal quizás triunfe sobre la honestidad de un funcionario probo.

Por honesto, fue asesinado el abogado y defensor de los derechos humanos, Jesús María Ovalle. Impulsado por su vergüenza y pudor, expresó públicamente, en el paraninfo de la Universidad de Antioquia, una de sus certezas: militares y paramilitares se confundían. Usaban el mismo uniforme y las mismas tácticas asesinas para defender a privilegiados. Como en cualquier mafia, no le perdonaron su honestidad. Mucho menos si develaba estrategias mafiosas de latifundistas colombianos.

Por honesto, el abogado Andrés Rodríguez Cáez, exjuez en Usiacurí, debió exiliarse en Estados Unidos. Lo expulsó su honestidad, por no aceptar ningún soborno del exsenador Eduardo Pulgar. Su carencia de impudicia le creó múltiples amenazas y el exilio también. Desconoció una realidad: en Colombia, la deshonestidad es una virtud política.

Por honesto, Mario Fernando Herrera Aparicio, joven investigador de la Fiscalía, fue asesinado por Disidencias de las Farc. Sucedió un día después de rendir informe sobre “Pacho Malo”, alto funcionario de la Fiscalía quien contaminaba con coca los conteiner en el puerto de Buenaventura.

Por honestos, sus dos compañeros de investigación, Pablo Bolaños y Fabio González, cayeron en desgracia. Cometieron el error de confiar en Francisco Barbosa y Martha Mancera. Informaron las andanzas de “Pacho Malo” con el narcotráfico. Confiaron en la honestidad, pero triunfó la deshonestidad.

Persistieron en la honestidad, elaboraron un informe, lo entregaron a otro agente de CTI y solo recibieron sugerencias de modificarlo a favor del bandido. Ante sus negativas, debieron someterse a una rigurosa investigación. Nuevamente la deshonestidad de los poderosos del Estado, vinculados con mafias narcóticas, triunfaba sobre la honestidad

Razón tenía Platón, en un Estado corrupto, gobernado por poderosos delincuentes, “La honestidad es, en su mayor parte, menos rentable que la deshonestidad”

Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.