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Por: Alfredo Felipe Martínez Agamez 

Un joven llamado Pedro, sale de su casa a esperar el autobús para dirigirse a su trabajo y en la noche a la universidad, vive en unos de los barrios populares del área metropolitana de Barranquilla.

Se despide de su madre, en la esquina de su casa lo abordan dos jóvenes igual que él, los tipos iban a bordo de una motocicleta.

De inmediato el parrillero, un joven de aproximadamente 18 años, baja de manera rápida y saca un arma de su pretina, al parecer una pistola calibre 9, el joven asaltante arrincona a Pedro y le pide el celular y la billetera, pedro pone resistencia a lo que sería un atraco a mano armada.

El joven atracador, sin pensarlo dos veces, le propina cuatro balazos a Pedro quien se desploma en el suelo y la sangre invade la calle, el asaltante le arrebata el celular y le revisa los bolsillos a su víctima.

El joven asaltante se monta en la moto que la conducía su cómplice, un muchacho de aproximadamente 19 años, arrancan en la moto, pero al salir despavoridos en contra vía a alta velocidad, se estrellan con un camión de esos que reparten bebidas, y de inmediato caen al piso, el conductor de la motocicleta muere víctima del impacto en el accidente, el parrillero quien fue el que le propinó los cuatro balazos a Pedro, quedó tendido en la carretera mal herido, pero la turba, vecinos y amigos del finado Pedro, tomaron justicia con sus propias manos, con palos y patadas terminaron con la vida del joven atracador.

En tres hogares, las lágrimas como ríos desbordados, invaden los ojos de madres, hermanas, novias y familiares, los corazones se parten en tres y cuatro pedazos, las almas se entristecen.

Se buscan culpables, se implora a Dios y a las divinidades que den respuestas a tanta injusticia, a tanta sangre derramada, donde los mismos que son víctimas, también son victimarios.

Las cárceles están llenas de culpables e inocentes, los hospitales de dolores, lágrimas y sufrimientos, pero los cementerios están abarrotados de tumbas de los que en vida fueron jóvenes entre 15 a 26 años, con un porvenir y camino por recorrer. Pero las circunstancias de la vida hicieron qué se adelantará el regreso o la partida a la eternidad.

La triste historia, se repite con más fuerza en los barrios de nuestra querida Costa Caribe y nuestra amada Colombia. Sale el sol y nos despierta con una u otra noticia desagradable y desgarradora.

Espere otra historia de esas que ya no nos sorprenden.

Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.