Telatiroplena.com, periodismo serio, social y humano

Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

Antón Chejov, célebre cuentista ruso, afirmó: “Somos lo que creemos que somos”. He tomado dicha afirmación, pero utilizándola como interrogante: ¿somos lo que creemos que somos? Solo para intentar una reflexión luego de declararnos, como colombianos, ¡avergonzados! de los sucesos en un estadio de Miami, cuyos protagonistas, en mayoría, vestían los colores de la Selección de Futbol, subcampeona de la reciente Copa América.

Días atrás, ilusionado como mis nietos y demás amistades, sobre un posible triunfo de nuestros futbolistas escribí, con recuerdos de infancia y juventud, sobre el fútbol como una fiesta. Y lectores comentaron detalles sobre la decencia como elemento integrador en aquellos tiempos en que sudar la camiseta era puro placer… pura diversión. Ahora, la violencia también se vive en los estadios.

He leído opiniones y comentarios de diversos personajes, vertidos en entrevistas y artículos, tanto en medios como en redes, en la búsqueda de una sencilla y coherente explicación sobre la censurada conducta de con-nacionales para ingresar ilegítimamente a las tribunas del Hard Rock Stadium. Cada quien tiene una explicación, más allá de las disertaciones sabias de los expertos en fútbol y otras hierbas.

No satisfecho proseguí la búsqueda en la biblioteca bajo el razonamiento que ahí debía hallar la explicación a la violencia escenificada, antes y después de un ardoroso partido de fútbol. Encontré libros sobre:1)”Una historia política de Colombia”(Tirado Mejía), 2)”Por qué incumplimos la ley”(Bermúdez Merizalde), 3)”Los orígenes del amor y del odio”(Suttie). También tope con: “De animales a dioses”(Harari).

Pero, recordé la lectura de un libro, cuyo autor aborda el tema de las emociones, pero no lo ví en las hileras de la biblioteca del submarino, entonces creí dónde estaría bien leído y protegido. Envié un mensaje por WhatsApp y en escasas horas una mano amorosa me trajo el libro del profesor Mauricio García Villegas, “El país de las emociones tristes. Una explicación de los pesares de Colombia desde las emociones, las furias y los odios”,(Ariel). Con el ejemplar en las manos pensé que era suficiente para lo que buscaba.

García Villegas, luego de ilustrar desde la filosofía, la sociología, la biología y la antropología las raíces de nuestras emociones tristes, nuestras furias y nuestros odios, propone -propuesta que comparto- que en los programas de escuelas y universidades se incluya, necesariamente, la educación sentimental, como un soporte cognitivo para superar toda esta historia de violencia que nos agobia desde tiempos remotos.

Y bien. En la propuesta se esbozan aspectos del diseño de enseñanza para la Educación sentimental de la que carecemos los colombianos. En tal diseño se incluye la siguiente línea:

“Que me revelaran los secretos básicos del cerebro, para entender que somos emocionales (más que racionales) y que con mucha frecuencia lo que creemos verdadero es una simple adaptación de lo que deseamos”(Ver pág 277, opus cite).

La carencia de educación sentimental, los colombianos la podemos demostrar, no sólo por los censurables actos registrados en el estadio de Miami, sino por el Decreto presidencial del día cívico -el lunes 15 de julio-, con el falaz argumento que “no se prohibía la alegría y lo dedicamos a la paz”, sin antes saber cómo sería el fin del torneo de fútbol. Tanta fue la emoción sin empatía, que a los futbolistas subcampeones nadie los espero para celebrar, con ellos, el cívico día.

Es evidente que en infinitas escuelas del país a los niños y jóvenes no se les enseña a pensar. Es decir, a descubrir los “secretos del cerebro”, el órgano humano a educar. Por lo que somos emocionales, ya que actuamos más instintivamente. Por ello, la violencia tiñe nuestra historia: pasada y presente. De ahí la urgente necesidad de un cambio profundo en nuestra educación sentimental centrada en el amor y otras bellas y sanas emociones.

Conclusión. Todo lo humano es cultural. Cuando los actos “salvajes” se consuman, sin ningún freno racional. Cuando somos masas y no personas, como los actos motivos de esta reflexión, entonces no podemos ocultar lo que somos: animales endiosados. No hay otra manera de acabar con la violencia sino una educación desde las emociones más humanas. lo otro es oratoria…demagogia.

La próxima. Los abogados.

Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.