Telatiroplena.com, periodismo serio, social y humano
Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.
En la investigación pedagógica que hicimos, durante los estudios de la Maestría en Educación, sobre la oralidad, de la cual existe un libro, encontramos algunas ideas y expresiones en relación a la palabra, como ese elemento socio-biológico que nos otorga la condición de seres humanos. Unas de esas ideas decido compartirlas para verlas, más adelante, unidas a el amor, como la manifestación más humana: la que nos hermana. La fraterna humanidad.
Inicio con la idea de un celebrado y reconocido poeta, el Nobel mexicano Octavio Paz quien, en 1977, durante el discurso inaugural del I Congreso Internacional de la Lengua Española, en Zacateca, hizo la siguiente descripción poética de la palabra:
“La palabra es nuestra morada, en ella nacimos y en ella morimos; ella nos reúne y nos da conciencia de lo que somos y de nuestra historia; acorta las distancias que nos separan y atenúa las diferencias que nos oponen. Nos juntan, pero no nos aíslan; sus muros son transparentes y a través de esas paredes diáfanas vemos el mundo y conocemos a los hombres que hablan en otras lenguas. La lengua es signo, el signo mayor de nuestra condición humana“
Todo lo descrito por el poeta para la palabra, podría decirse también de el amor. Paz escribió uno de los más bellos libros sobre la historia del amor romántico “La llama doble“. Pero sigamos en los caminos de la palabra. Es así que Walter Ong, en su libro “La oralidad“, reseña que antes de Jesús, de Nazareth, existió un personaje llamado EL Predicador, del cual dijo:
“Y cuando más sabio fue El Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar e hizo escudriñar y compuso muchos proverbios. Procuró El Predicador hallar palabras agradables y escritura recta, palabras de verdad“.
Con ven, en esta enseñanza también hay cercanía con el amor, pues la palabra es creación, como también lo es el amor. Pero concluyamos con otra de las ideas a compartir, la connotación divina de la palabra.
En este orden, el filósofo francés Luc Ferry, exministro de Educación, en su libro “Aprender a vivir, filosofía para mentes jóvenes“, nos recuerda un pasaje bíblico, el cual predica:
“En el principio existía la palabra (logos) y la palabra estaba junto a Dios y la palabra era dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Y la palabra se hizo carne”.
Esta enseñanza sobre la raíz divina de la palabra es válida para aplicarla al amor, A lo divino del amor. Hasta acá he compartido las concepciones halladas en nuestra investigación sobre la oralidad, publicadas en un libro editado por EAC Editorial Académica Española. Él cual se encuentra en Internet.
Todo lo afirmado sobre la palabra no dudo en decir, también se puede afirmar del amor, considerada la palabra más hermosa de la Lengua Española. Y sobre la cual hay más de treinta acepciones en el Diccionario de la Real Academia. Pero tal afinidad o consonancia la encontré leyendo, en días recientes, el libro “sexo y amor en tiempos de crisis“(Grijalbo), de la investigadora mexicana Lydia Cacho, en cuyas 500 páginas “la autora desvela las problemáticas de la sexualidad a la que se enfrentan ambos géneros a partir de los 40 años“, se lee en la contra-portada.
Pero lo que me interesa es demostrar la relación de la palabra con el amor. Y la autora la visibiliza en el capítulo 14 del libro que denomina “EL AMOR Y EL SEXO”, cuando en la página 343 precisa lo siguiente:
“La palabra, según Eduard Punset, el divulgador científico español, resulta un componente primordial en el amor“. Es decir, sin la comunicación que genera la palabra, el amor carece de magia.
Un párrafo antes, la Cacho cita al filósofo danés Otto Jespersen que dice:
“EL lenguaje nació cuando hombres y mujeres comenzaron a cortejarse. Las primeras formas verbales murmuradas por la humanidad las imagino como algo a mitad de camino entre la llamada nocturna de amor del gato sobre los tejados y las melódicas canciones de amor del ruiseñor”. Cuantas veces no desearíamos ser como el gato y el ruiseñor para que atiendan nuestros susurros por calor.
Hasta acá creo haber evidenciado la comunión existencial de la palabra con el amor y de éste con aquella. Son esenciales para que exista la simpatía y la fraternidad entre los humanos. Y más entre los amantes. Por tanto, ambas deben ser cultivadas. Aprendidas. Entre más dominio tengamos de “Las palabras de verdad“, muy seguramente haremos del amor divino. Por eso mi recomendación es: Mejor hablar de amor.
La próxima: ¿Crímenes de amor?
Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.