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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

En la Argentina, días atrás, se abrió causa criminal contra el Ex-presidente de la República, Alberto Fernández, por violencia de género contra la Ex-primera dama de la Nación y madre de su hijo menor, quien lo denunció de haberla golpeado, en el rostro, durante el embarazo y ultrajarla como mujer. la dama mal-tratada se ratificó de sus quejas ante los jueces.

Mientras tanto, en otro frente de las noticias inter-nacionales sobre violencia contra las mujeres, cerca de Paris -ciudad luz-, en Avignon -el de las damas de Picasso- se adelanta un juicio criminal contra el señor Pellicot, quien drogaba a su ex-esposa y madre de sus hijos mayores, para que los “machos” del vecindario accedieran sexualmente a la indefensa madame, en manada. Él se dedicaba a fotografiar y filmar las escenas como de una película de Pier Paolo Pasolini. la realidad superando a la literatura.

Como es observable, por las noticias, las conductas de depredadores de mujeres se consuman en ciudades o poblaciones cerca de la civilización o de la barbarie, por lo que la erradicación, definitiva, es un asunto de una política global donde estado, sociedad y personas afiancen, a punta de Educación amorosa, un discurso que haga un deber, de obligatorio cumplimiento, aprender, en detalles, sobre la compleja sexualidad humana: igual a la de cualquier mamífero.

Pero ésta reflexión la provocó las recurrentes noticias sobre feminicidios en ciudades y municipios del Departamento del Atlántico, en donde, al parecer, se han cometido 51 homicidios contra mujeres: esposas, novias, amantes o amigas con “derechos”. Cifra que espanta y horroriza por la impunidad que atraen esas muertes, porque al Estado, como ente, no le duelen, muy a pesar de los titulares y fotos en medios y redes

A finales de agosto pasado fui invitado, por el catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Libre, Seccional Barranquilla, Dr. Ricardo Méndez, a conversar con sus estudiantes de la asignatura de “Criminalística y criminología”, conversación bajo el título “la cuestión judicial“. En desarrollo de la invitación, los organizadores enviaron un listado de 16 asuntos criminales registrados, en diversas ciudades de Colombia, entre fin e inicios de los años siglos XX y XXI.

Del listado resalte 9 casos en que las víctimas fueron 10 mujeres, entre los cuales se encuentran, entre otras, las muertes violentas ocurridas en Barranquilla de: Nancy Mestre, Jacqueline Caballero y Clarena Acosta. Por estos crímenes se pronunciaron sonadas decisiones judiciales, las cuales son motivo de estudios y análisis en la academia. Pero la violencia de género y los feminicidios no desaparecen. ¿Por qué?

Encontrar una respuesta inmediata y definitiva es, a no dudarlo, una cuestión que desborda lo judicial que es donde las autoridades públicas centran su preocupación. Desde la Procuraduría, los Alcaldes, Gobernadores, Personeros y las Secretarias de la mujer, en entidades territoriales, piden más fiscales para investigar tales crímenes y dan albergue a las víctimas, pues sus equipos de trabajo los integran: abogados, médicos, psicólogos y trabajadores sociales. no hay pedagogos.

En Colombia, como en otros países de la región, se legisló sobre el feminicidio como una conducta penal con sujetos calificados. Es decir, sobre homicidios “motivados”, al parecer, por el afecto amoroso y/o el deseo sexual, en razón a expresas o tácitas relaciones íntimas o de pareja entre víctima y victimario. Pero, la existencia de tal legislación, a mi entender, no ha resuelto dicho conflicto social. la ley no ha cambiado la realidad. 

En la conversación con los estudiantes de la Unilibre creí que los feminicidios, como la violencia de género, no sólo deben ser tratado como cuestión judicial, o sea como algo del pasado, histórico. Sino como una realidad social presente, actual, colindante con el horror. Y como tal ligado a una política criminal educativa, formativa, que involucre desde la familia, la escuela y la sociedad. 

Los feminicidios, estoy convencido, no son crímenes por amor. El amor no mata. No mata al otro u otra. El amor sano del horror y permite el alejamiento y la distancia. Ello porque amar no es negar, ni imponer. es cuidar. En ese orden, el amor debe aprenderse, tanto en lo sentimental o afectivo, como en lo sexual. Y ese aprendizaje, de toda la vida, no es una cuestión judicial, sino una cuestión educativa. Pedagógica. Y esa está olvidada de los programas escolares.

La próxima: Amor: ¡Creación de las Madres!

Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor