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Por: Jaime Colpas Gutiérrez, historiador y cronista
“¡Vanidad de vanidades! -dice Cohélet-.
¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol?
Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece.
Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar.
Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio.
Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír.
Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol.
De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros.
Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos”.
Este jueves en la misa de seis de la noche y la hora santa presidida por el padre Diógenes Marrero en la iglesia La Inmaculada Concepción del patrimonial barrio El Prado no le entendí al proclamador de la palabra el significado del citado texto sagrado, quizás por su poca clara dicción ó porque no estaba suficientemente concentrado; pero al escuchar ahora sí con claridad: “Lo que pasó volverá a pasar…nada hay nuevo bajo el sol”, me enfoqué en el desconocido libro sagrado con mucho asombro.
Al día siguiente le dije a mi hija Evita que me hiciera el favor de copiarme el texto del Eclesiastés 1,2-11 en internet. Y, después de releerlo se lo envié a mis contactos por la red de WhatsApp, y a los pocos minutos recibí muchos comentarios juiciosos sobre su vigencia.
El profesor pensionado de nuestra querida Universidad del Atlántico Peter Pachón desde Costa Rica me dijo: “profesor ya encontré al autor, es el sabio Salomón”. La destacada educadora felizmente jubilada Amanda Orozco de esta Alma Mate me respondió: “Correcto no sucede nada que no esté en la Biblia, hay que saber contextualizar, comprender. Mira la dialéctica y uno dice fueron los filósofos, pero ya estaba escrito con antelación, solo es descubrir y confrontar, amigo del alma”.
Finalmente, el sapiente filósofo de esta misma universidad Ever Rojas, un fino interlocutor de mis escritos y reflexiones puntualizó: “Sabias palabras de sabios antiquísimos, lo que nos permite concluir que permanece un elemento intacto en la condición humana que aún se convalida con esa sabiduría”. Su hermenéutico comentario me hizo recordar el libro de ‘La Condición Humana’ de la filósofa alemana Hannah Arendt.
En los comentarios de la presentación del autor del Eclesiastés en la biblia católica se señala que su posible autoría se le atribuye al sabio Salomón, pero no fue él, sino Cohelet, un autor judío Palestino que escribió ese librillo sabio en el año 150 a.d.n.e. en los tiempos en que reinaba en Egipto Ptolomeo II.
Esta metáfora incorporada a la sabiduría popular se la escuché decir a mi abuela Evangelina Reales cuando era niño en la década de los sesenta del pasado siglo en la barrida de Montecristo, quien me dijo una mañana: “Jamó, nada hay nuevo bajo el sol, vaya rápido donde Chinchirin y compré cinco centavos de panela”.
También la he leído en textos de múltiples historiadores de la historiografía europea como Henry Pirenne, Mar Bloch, Fernando Braudel, etc., la citación de esta metáfora formulada por Cohélet muchos años antes que el pensamiento dialéctico de la filosofía moderna se había consolidado.
Los antiguos griegos tuvieron una concepción circular de la historia y creían que la historia era la gran maestra del pasado. Por algo en el siglo XIX el más grande pensador de esa centuria alemán británico Carlos Marx señaló: “La historia se repite dos veces. Primero en forma de tragedia y después en forma de comedia”.
Aún resuena la grave voz de la inmortal Evangelina en mis dorados recuerdos en la tienda de Chinchirin: “Nada hay nada nuevo bajo el sol”, porque lo que pasó volverá a pasar, en otras circunstancias con otros personajes, pero en el mismo espacio de la naturaleza que es fuerza de la larga duración en el tiempo, parafraseando al gran historiador Braudel.
Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.