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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

“Este libro es el canto de amor a la ciudad en la que nací y vivo, escribo y padezco, el sitio del mundo al que pertenezco, como una bendición o una fatalidad inapelables: COMO EL AGUA QUE EN ESTA ISLA NOS RODEA POR TODAS PARTES”. Leonardo Padura. _______________________

El Embajador de Colombia en Cuba, para entonces, Gustavo Bell Lemus, mientras conversábamos, con “mojito” frente a la Bahía de La Habana desde la terraza del Hotel Nacional, fue quien me invitó a leer a Leonardo Padura, autor impublicado en la isla. Me dijo: “Ves a la plaza de la Habana Vieja (colonial), allí encontrarás, en las ventas de libros viejos, algo de él”. Fui y conseguí “Adiós, Hemingway“.

Más tarde Gustavo, acá en Barranquilla, viéndome con el tomo grueso de “el hombre que amaba a los perros“, me aseguró: “Gaspar, Padura ganará el premio nobel de literatura“. Aspiremos que el vaticinio del Ex-embajador sea profético. Y sumemos en el devenir otro Nobel de Literatura para América Latina y el Caribe. Desde entonces, y con ese anhelo, leo y colecciono los libros de Leonardo, el escritor más importante de Cuba actualmente.

Desde que leí que Padura había publicado un nuevo libro, “ir a la Habana”(TusQuets), fui cada semana a La Nacional, de BuenaVista, en su búsqueda, pero no llegaba, mientras tanto leía reseñas que se divulgan por Internet. Hasta la publicidad de una campaña del Ministerio Cubano de Turismo, con el lema: ir a la Habana con Padura. Campaña que días después el escritor desautorizó públicamente, pues a él nadie le consultó.

Ir a la Habana” no es una novela, pero tiene insertos, en el relato periodístico de la urbe y su urbanidad, apartes de las novelas de Padura, por lo que su lectura es pasearse con los personajes y situaciones de la ficción del autor. Es un libro de 324 páginas, dividido en dos partes: 1a)”Cómo llegué de Mantilla a La Habana” y 2a)”La ciudad, memorias de algunos barrios y de algunos personajes”. Así mismo de una galería de fotografías a color de la ciudad y su gente.

l libro es, entonces, una mezcla afortunada de periodismo escrito y gráfico y literatura, con un solo tema: La Habana, con su pasado y su presente. Y Padura reconoce que antes que él, otros escritores dedicaron sus historias a la ciudad, mencionando a la inolvidable “La Habana para un infante difunto” de Guillermo Cabrera Infante; a Alejo Carpentier y a Cirilo Villaverde. Las fotografías son de Carlos T. Cairo. Y la selección de los fragmentos de novelas la hizo Lucía López Coll, la compañera de vida del autor.

Decidí leer “ir a la habana” sin resaltador y sentado frente a la ventana del submarino, recibiendo el frescor dulce de las brisas decembrinas de mi Barranquilla linda. Quise evocar “mis visitas” por El Vedado y Miramar y la noche aquella que fuimos al Tropicana por invitación de Fidel. Y el caminar ebrio por las calles de La Habana Vieja, trás los pasos y daiquiris de Hemingway hasta descansar en el “puerto” de Cojímar, desde donde zarpó “El Viejo y el Mar“.

Padura es habanero de nacimiento y ha declarado que se irá de San Cristóbal de la Habana cuando se seque El Malecón, su lugar preferido de la ciudad que conoce desde que “estalló” la Revolución, por ello, por su independencia, la ficción y la realidad que él relata es, no lo dudo, la mejor lectura para adentrarse en la historia de Cuba contemporánea, sin filtro ideológico y caminando bajo el sol de un Caribe trasnochador.

Además, en ir a la Habana, Padura nos cuenta el origen de actividades económicas vitales para la vida de la isla. La historia de las industrias del ron y del puro cubano-al que Cabrera Infante dedicó un bello libro: “Puro humo”-. Entonces, estamos frente a un gran reportaje de cómo éstos dos productos de la tierra cubana son, en el comercio, sus dos emblemáticos representantes en el mundo. Una historia que vale conocer.

Es obvio que esta reseña es, sin dudarlo, una invitación para que lean a Leonardo Padura y con su pluma recorran la historia y la magia de La Habana. Pero esta invitación tiene un encargo especial, para todos aquellos amantes de la música cubana y el jazz, que lean, por favor, el fragmento titulado: “La noche triste de chano pozo“, que es una verdadera crónica de la vida y muerte de éste inmortal tumbador. una pieza magistral de periodismo literario.

Si de ir a la Habana se trata, como anhelo regresar, hay que ir armado con la vitalidad de caminarla, tanto de día como de noche, del Malecón para arriba como del Malecón para abajo. Y perderse por las calles, sin urbanidad, que retrata Padura en su realidad periodista y en la magia de su literatura. Y por qué no, cargar con un ejemplar de “Ir a la Habana“, para luego relatar la aventura en una ciudad para enamorarse del Caribe insular. ¡Volver a La Habana un sueño más!.

La próxima: Dos libros sobre la obra y vida de Gabriel García Márquez.

Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.