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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

Francisco fue el nombre escogido por el cardenal argentino Jorge Bergoglio, al ser designado, en el 2012, como papa de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Francisco acaba de morir, tranquilamente, después de superar durante días una larga hospitalización por afectaciones respiratorias y con paciencia cumplir los compromisos que demandaron su presencia en la pasada Semana Santa en el Vaticano.

En toda la historia del papado, una institución con mucha historia, Francisco fue el primer pontifice Latinoamericano. Provenía del “fin del mundo” como le gustaba decir. Eso, de por sí, lo hace un personaje de la historia moderna, pues no hay antecedente alguno. Pero, su pontificado de trece convulsionados años, marca un hito universal, ya que asumió con liderazgo su misión y la de la Iglesia del Cristo resucitado.

Francisco, de acuerdo a la crónica de sus médicos más cercanos, murió en su casa, bajo la atenta mirada de sus fieles en el mundo cristiano. Murió con los ojos abiertos. Sin usar toda la parafernalia de un pabellón de cuidados intensivos. Se dejó ir. Con una agonía dulce. Soñada. No intento retener la alegría de vivir. A los 89 años de edad entendía que vivir también es partir. Partir definitivamente. 

Leí a Francisco. En especial su libro sobre el amor. El amor en la familia o la alegría de amar. Y recuerdo que lo reseñe, por allá en el 2016, en mi columna mejor hablar de amor, en el diario al día. De joven, Bergoglio, se enamoró de una joven con la pasión de un varón. Y ante la imposibilidad de aquel amor juvenil, decidió amar su vocación religiosa, con tanta dedicación al servicio de los demás. Eso explica, su comprensión de lo humano.

También ví la película realizada sobre su vida en Buenos Aires, durante los años de la dictadura militar. Bajo el título “los dos papas”, con la magnífica actuación de Anthony Hopkins, como Benedicto XVI, y Jhonathan Pryce, como Francisco, es una recreación de sus actividades comunitarias, a favor de los excluidos de la riqueza, pero no olvidados de la fe. Como también de su talla de pensador y teórico de los mandatos de la Iglesia terrena que presidió.

Francisco asumió un compromiso. Estar con los pobres de este mundo de avaricias. Compromiso que hizo siendo Bergoglio, desde la parroquia o la catedral de Buenos Aires. No lo abandono nunca, ni al poco tiempo de la muerte pacífica que vivio. Fue un ser lúcido. Luchador tranquilo y constante por unos ideales tan caros, cuando del poder se trata. No se perdió en lo insubstancial. siempre fue el mismo pastor.

A francisco, un sector de la propia Iglesia, como de la opinión pública, lo consideró revolucionario, pero él gregario siempre, no cambio durante la docena de años de su papado, los cimientos ni la estructura misma de la Iglesia ni del clero. Solo logro, con sus palabras y sus actos, aperturar y atraer a su mensaje pastoral diversos sectores de la población que estaban excluidos de la oración católica. Y en ese sentido fue un demócrata.

Otro frente en que abogó Francisco fue el de la paz. Su discurso no sólo fue de palabras y declaraciones a la prensa, sino que hizo presencia, como soldado de Dios, en verdaderos campos de batallas bélicas. Luchar por la paz mundial no fue utopía, sino un sereno compromiso que asumió, desde la experiencia con la dictadura argentina, desde la convicción del Evangelio. El mundo sigue en guerra. Pero el perdón existe.

Además, Francisco era jesuita. Un educador. Lleno de Pedagogía, es decir de conducción a los jóvenes, sus mensajes. Predicó, recuerdo, en un encuentro mundial juvenil celebrado en Brasil en el 2013. Hizo documentales. Recientemente, se ha conocido un texto suyo en el que habla del amor como una aventura para toda la vida. En fin, el papa fue un “argentino prudente”. Y no es contradicción.

Cuando la redacción de esta columna estaba adelantada, adquirí en la Feria de Bogotá el libro “el loco de dios en el fin del mundo”(Random House), del escritor español Javier Cercas. Y me detuve. Decidí escuchar a Cercas en sus presentaciones, en Buenos Aires y en “La Capital”, y declaró que Francisco fue el loco de Dios en el fin del mundo. Un hombre que quiso regresar a Cristo. Leeré a Cercas recordando a Bergoglio, Perdón a Francisco. Me duele que se haya ido. Descanse en paz…papa querido!.

La próxima: La exposición de vida y obra de un genio de la literatura universal.