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Por: GASPAR HERNANDEZ CAAMAÑO
RECUERDOS DE MI PADRE.
Soy abuelo, por tanto, soy complaciente y consentidor. Vivo regocijado de serlo y agradecido de mi nuera y yerno por darme la satisfacción (el derecho) de ser abuelo de cuatro (4) nietos: tres futbolistas y una bella niña llamada Agustina. Así que de la crianza de esos niños y niña, para que sean buenas personas y mejores ciudadanos, los únicos responsables son sus padres. Para mí, la paternidad se “extinguió” a adquirir la abuelidad.
Entonces, la tesis está planteada: sé es padre si se es responsable. No es la biología -la machera- la que otorga ese derecho, sino la ética de la responsabilidad, que no es otra cosa que el carácter de una persona, su Ethos, su modo de ser. Esto significa que la paternidad no es retórica (“yo no lo críe”, pero es mi hijo), sino una capacidad de amar con responsabilidad.

En este orden argumentativo puedo decir, sin absolutez, que ser padre, no sólo proviene de la sangre, de la genética. “El pater familia”, enseñaron los Romanos, también lo es el que cuida, el que cría. No solo el que engendra. O mejor dicho: Es aquel que ayuda a la dicha de una mujer a ser madre. Los hijos son de la madre, y son del padre si éste es responsable. Compte
Pero reconocer un hijo, no es solo un acto de registro notarial, es fundamentalmente una capacidad de responsabilidad. No se puede asumir la institución histórica, sociológica y familiar, de la paternidad, si se carecen de las virtudes del reconocimiento y la responsabilidad. Lo afirmo sabiendo que en Colombia el delito, estadísticamente, más frecuente es la inasistencia alimentaria, corolario de la irresponsabilidad paterna.
Los niños, recuerdo, son sujetos del derecho fundamental a una alimentación equilibrada. Y todos somos niños hasta los 18 años de edad cumplidos. Quien no esté en capacidad de proveer esa dietética, que no intente ser padre. Y solo aludo a “los tres sagrados golpes”(desayuno, almuerzo y comida), sin olvidar los alimentos congruos establecidos como obligaciones en el Código Civil, como son: vivienda, educación, salud, vestuario y recreación.
Y aquí comienzan a asaltarme los recuerdos de mi padre, Gaspar Emilio, a quien sus nietos, vecinos y compañeros del oficio le llamaban “kali-man”, quien toda su vida fue albañil. Con sus propias manos, sudores de sábados y ahorros mi padre construyó en ladrillos, mosaicos ajedrezados y concreto armado, la casa familiar en el santuario, la misma que habitó hasta su muerte a los 84 años de sol y cemento. nunca quiso salir de su casa, nuestro hogar.
Mi padre, cada mañana, antes de salir para “la obra”, fue albañil sindicalizado, dejaba en la mesa del comedor el desayuno de la prole: una olla de café tinto “Almendra Tropical”, una bolsa con mogollas, la lata de mantequilla de campo y una botella de vidrio con leche “Ciledco”. Esa imagen no se me ha extraviado en la memoria de barranquillero, aunque mi padre haya partido, como tampoco existen esos productos killeros, preferidos y al alcance del desayuno del pueblo.
El otro día comente el consejo inolvidable que me dió “Kali”, como le decía, mientras bebíamos whiskies, Con hielo y en vaso de cristal labrado, en la terraza de mi casa, con patio, de La Concepción. Me dijo: “nunca menciones a otra mujer en cualquier charla con tu mujer!”. Era medio sabio, “El Viejo Kali”. Sabiduría que obtuvo viviendo la vida: ladrillo a ladrillo. Consejo que práctico con compasión budista.
El otro día tuve ante mis ojos de solitario, la foto de un papel manuscrito que se definía como el poema de padre. Leí. Decía que pedía perdón y anunciaba “el reino de paz en el bohío”. Era, semiológicamente, un armisticio. Es decir, la expresión voluntaria y libre de generosidad. Esa lectura breve la recuerdo porque estoy convencido que la otra virtud de la paternidad es la generosidad.
Entonces, a manera de conclusión, la paternidad es una virtud. Deontológica. No puede ser otra cosa que simple biología. Es una institución que exige idoneidad. No habrá cambio en la sociedad colombiana si no practicamos la paternidad como responsabilidad. Lo otro es discurso de esquina con una “fría” en la mano: “es que es mi hijo!”, dicen parangoneandose de macho, mientras en la ventanilla del Juzgado de Familia una madre reclama el oficio de embargo…por alimentos. Feliz día del padre a los responsables y generosos. ¡Un abrazo!
La próxima: Neruda en el corazón.