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Por: Alvaro Mestra
A tenor de lo ocurrido en el mundo desde el pasado mes de diciembre de 2019, es imprescindible analizar las estrategias aplicadas en esta pandemia. Básicamente, pueden clasificarse en dos: erradicarla – proactiva – y convivir con ella – reactiva -. Estas estrategias se han aplicado desde el inicio de la declaración de emergencia sanitaria por parte de la OMS.
Mientras que la mayoría de países asiáticos han tomado medidas calificadas por otros como drásticas o inasumibles, la mayoría de países occidentales han optado por una estrategia tradicional.
Países como Corea del Sur, Japón y Singapur desde el comienzo de la emergencia aplicaron soluciones como uso generalizado de tapabocas, distanciamiento social, aplicaciones móviles o una web para el registro de datos y, gestionar la hora para la realización de pruebas diagnósticas. Por contra, otros países como España habilitaron líneas de teléfono que colapsaron por la gran cantidad de contagios que se dieron durante el mes de Marzo y sólo hasta hace pocos días, recomendaron el uso de tapabocas.
Una situación similar ha ocurrido en el proceso de realización de las pruebas. Mientras los países que apostaron por la estrategia de erradicación realizan pruebas masivas a la población haciendo que ésta se desplace a un único sitio, los países que apostaron por la estrategia de convivencia se desplazan a las residencias de los afectados, ralentizando así un proceso ya de por sí ineficaz debida a que el sanitario tiene que desplazarse a la casa del contagiado potencial, protegerse antes de entrar en la casa, realizar la prueba, desprotegerse después de entrar y volver al centro sanitario.
Llegados a este punto, el lector puede pensar que el hecho de que todos acudan al centro sanitario aumentaría el riesgo de contagio a todos los que acudan pero la solución nuevamente ha sido proporcionada por los países que aplican la estrategia de erradicación: pruebas en los vehículos habilitando zonas denominadas “drive in”. Una solución básica de ingeniería de procesos. Aquí, las herramientas como aplicaciones o web demuestran la eficiencia del planteamiento. A mayor número de pruebas, mayor detección temprana de casos y, mayor probabilidad de aislamiento y tratamiento eficiente. Vale la pena mencionar aquí la técnica “pooled test” que consiste en pruebas masivas a la población con un mínimo de recursos. Por ejemplo, con 20 pruebas se es capaz de evaluar a 100 personas distribuyendolas en una matriz de 10×10.
Todas estas soluciones son sencillas, pero sorprendentemente no se aplican en aquellos países que han optado por la estrategia de convivir con el virus. Siguiendo con el análisis, hay algo peculiar que se debe destacar en otras epidemias que se han dado recientemente (como la del zika en el año 2016): el análisis de datos para mejorar la contención y aplicar medidas en función de los resultados. No obstante, aquí la solución es más compleja ya que supone que cada persona contagiada esté localizada y, que sus movimientos en los días previos a la comprobación de la infección puedan ser identificados para dar una alerta temprana a todas las personas implicadas. Aquí se entra en caminos “escabrosos” para mantener un equilibrio entre el derecho a la privacidad y el interés general ante la expansión de una pandemia. Probablemente la mayoría de la población se opondría a este sistema pero por aquellas cosas de la vida, aceptan las condiciones de uso de compañías como Google, Facebook o Twitter. Sin embargo, los países con la estrategia de erradicación no han tenido dudas a la hora de aplicar estas medidas por lo que se puede asegurar que la tecnología no es la limitación. Lamentablemente, no es la digitalización lo que está ayudando a superar esta crisis sino el avance de la medicina y, la organización sanitaria porque ha sido poco, cuando no escaso el apoyo que han querido aprovechar los gestores de los países predicadores de la estrategia de convivencia con el virus.
La primera epidemia del siglo XXI fué originada también por un coronavirus, el SARS-Cov-1 en febrero de 2003. El virus se expandió por el mundo a través de los vuelos comerciales llegando hasta 29 países y durante los casi dos años que duró la epidemia, se confirmaron más de 8.000 contagios y alrededor de 800 fallecidos. Curiosamente, contra este patógeno la mayoría de los Estados aplicaron medidas del siglo XIX como los rastreadores de contactos, la cuarentena y, el aislamiento social tal y como lo comentó el Dr. Shigeru Omi, jefe de la OMS en Asia durante la epidemia. Además, también se aplicaron medidas del siglo XXI como la secuenciación genética del virus. Se identificó al virus causante de la epidemia pero poca cosa más.
Aunque el desenlace de la pandemia muestra un escenario poco halagüeño, el tiempo está demostrando que las medidas clásicas son las que se están aplicando en la mayoría de países que han optado por la medida de convivir con el virus. Como bien menciona el enfermero Luís Encinas (MSF) “no hay otra forma de contener el virus y, no tenemos medidas a corto plazo. Pero ni siquiera el aislamiento será suficiente”.
Hay que recordar que la OMS comentó que una de las “grandes lecciones” de la pasada epidemia del SARS-Cov-1 era que “esta vez habíamos tenido suerte”. Sin embargo, contener el virus fue mucho más fácil que en esta ocasión debido a que los infectados eran contagiadores una vez iniciados los síntomas, sobretodo la fiebre. Por eso la contención del virus se realizó ingresando a los enfermos y poniendo en cuarentena a sus contactos tal y como lo recordó la microbióloga Isabel Solà (CNB-CSIC). Los contagiados por SARS-Cov-2 propagan el virus desde el momento mismo del contagio y la gran mayoría nunca llega a desarrollar síntomas. Por eso se explica la rápida expansión de la pandemia en China, Italia, España y el mundo. Los datos mundiales están mostrando lo difícil (sino imposible) que será contenerla. De hecho, algunos expertos afirmar que es muy probable que no logre pararse antes de que el virus contagie alrededor del 60% de la población mundial (son más de 3.500 millones de personas y, con un índice de mortalidad de alrededor del 1%). Por eso, los países que han optado por la estrategia de convivir con el virus intentan que las infecciones no sean de golpe para evitar el colapso total de los hospitales pero a costa de la economía y, del empobrecimiento generalizado de la población. Porque no se debe olvidar que vendrán momentos muy duros desde el punto de vista económico para todos los países, sobretodo para las personas con menos recursos.
La mejor arma que tienen estos países – en teoría – es el seguimiento de todos los contactos de un contagiado pero se está demostrando que la medida no es suficiente en los diferentes brotes que se están dando en Europa. El virus se extiende tan rápido que es casi imposible trazar su expansión utilizando este método.
Un estudio de la universidad de Oxford, hasta la mitad de los contagios son originados por asintomáticos no diagnosticados. Curiosamente, el dato coincide con lo observado en países como Singapur (42%) o China (39%). Por tanto, contener la pandemia implica utilizar sistemas automáticos que calculen cuántas personas han estado en contacto con el contagiado a través de datos GPS y/o bluetooth con la ayuda de aplicaciones.
El éxito de los países asiáticos se explica en parte por la experiencia en el MERS y SARS-Cov-1, donde comprobaron en que había que actuar rápido (aunque China no se ha destacado precisamente por ello, por eso aquí estamos).
La última gran pandemia de gripe – H3N2 – sucedió en 1968 y mató alrededor de un millón de personas. “Qué triste es que a pesar de todos los avances médicos que se han logrado desde entonces, los tratamientos que ofrecemos a los pacientes son los mismos que habríamos aplicado hace más de 50 años”, comentan los doctores Joh Hick y Paul Biddinger de las universidades de Minnesota y Harvard respectivamente en un artículo publicado en una revista científica. Personalmente, pienso que se han sido muy benevolentes. Las principales armas con las que la mayoría de países están contrarrestando la pandemia se remontan a la mal llamada gripe española de 1918-1919 (España era el único país que daba datos de la pandemia, de allí el nombre). La enfermedad se inició en un campamento militar de Estados Unidos en el último año de la gran guerra cuando sus soldados se trasladaron a Francia.
Tal y como lo comenta el Dr. Antoni Trilla (Jefe Epidemiología Hospital Clínic – Barcelona) en un artículo, la primera ola de la pandemia se extendió de forma repentina. Un crecimiento generado por las concentraciones de personas durante las fiestas de San Isidro en Madrid. Sin embargo, la tasa de mortalidad no aumentó mucho y cuando terminó (dos meses después) todo parecía haber vuelto a la normalidad. Desafortunadamente, las bajas temperaturas del otoño trajeron consigo una segunda ola del virus, mucho más desoladora que la anterior. Como lo destaca el Dr. Trilla, sólo en España se dieron más de 260.000 fallecidos entre 1918 y 1919. En el planeta los datos registran entre 20 y 50 millones de fallecidos. Lo curioso en este caso, fue que el 75% falleció en la segunda ola. No sólo el invierno favoreció la expansión de la pandemia, el final de la guerra también contribuyó. Europa se encontraba en pésimas condiciones higiénicas y económicas. Sumado a esto, muchos soldados regresaban a sus hogares por lo que había mucho movimiento de personas. Si bien se cancelaron las clases en colegios y universidades, hubo muchas dificultades para implementar medidas de control sanitario en espacios de encuentros como cines, teatros y servicios religiosos por lo que se mantuvieron en funcionamiento a pesar de las consecuencias acaecidas.
Lo interesante del caso, es que todos los paises mas o menos reaccionaron de forma parecida. Durante la primera ola, el uso de tapabocas, la construcción de hospitales específicos, la utilización de locales deportivos/ocio como hospitales y medidas de aislamiento social que fueron más estrictas durante la segunda ola. Curiosamente, al disminuir en el verano, la población se pensó que la situación estaba bajo control y se relajaron las medidas tomadas (no sé a ustedes pero a mí todo esto me suena mucho…).
Han pasado 102 años desde entonces y nos encontramos ante una situación verdaderamente dantesca. Hasta la llegada de la vacuna, ambas estrategias buscan el mismo objetivo: reducir los contagios. Desgraciadamente, parece a fecha de hoy que la mejor estrategia es la de erradicar el virus. La razón es obvia: te centras en salvaguardar al sano y en atender al enfermo, mientras que la segunda, sólo se ocupa del enfermo. Y la diferencia seguramente la veremos de aquí a unos años cuando una parte importante de la población empiece a tener problemas derivados de la enfermedad.
Espero y deseo que cada uno de nosotros sea consciente que estamos ante un drama mundial: nos enfrentamos al mayor reto como especie y sólo depende de cada uno de nosotros. De momento y, hasta la aparición de la vacuna sólo podemos combatirla con tres preceptos: uso generalizado de tapabocas, distancia social y, lavado frecuente de manos.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor.