Telatiroplena.com, periodismo serio, social y humano.

Por: Adlai Stevenson Samper

No voté por Jaime Pumarejo, lo confieso de salida. Carece del carisma esquinero camaján de su antecesor con las ganas de untarse de pueblo y salsa musical soportado; bajo una marquesina luminosa, del apellido Char con su olímpico y juniorista peso simbólico. Voy con otra confesión lapidaria. A inicios de la década del 2000 participaba en el programa sabatino La Cháchara, por Emisora Atlántico, bajo la dirección de Rafael “Buho” Sarmiento Colley. Allí participaban, entre otros; Moisés Pineda, Edgar García Ochoa y Jorge Villalón con Mabel Gasca que aparecieron posteriormente en pantalla.

En ese momento participaba en el proyecto periodístico Extra, promovido y financiado por Alex Char, dirigido en su primera época por Raymundo Alvarado y posteriormente por Hipólito Palencia. Digamos que las oficinas de ese medio de comunicación se encontraban un piso arriba de las de Alex y muchas veces hubo pequeños encuentros en escaleras y pasillos. Ante la crisis institucional desatada por la alcaldía de Guillermo Hoegnisberg por sus reiterados problemas jurídicos, en una de las emisiones de La Cháchara tuve la idea, ciertamente no luminosa, aunque en ese momento parecía una buena factibilidad que permitiera saltar el atasco, de proponer a Char para la alcaldía. Hago claridad, además, que esa propuesta no es invento mío ni nada por el estilo y se encontraba “flotando” en el ambiente sirviendo de portavoz de comentarios en los diversos mentideros políticos planteada a manera de primicia informativa. Uno de los integrantes del panel del programa, Moises Pineda, fue uno de los asesores de cabecera del candidato Char y en el año inicial de su primer mandato.

Digo lo anterior para esclarecer que no tengo animosidad contra Alex Char ni su familia. Que varias veces estuve en tenidas musicales con el difunto Farid, su tío, un personaje sui generis por dondequiera que se le mire. En fin, aterrizo en el cuento que una cosa es Alex Char y su perfil y otro muy diferente Jaime Pumarejo. Ese “pequeño” problema es el gran hándicap en contra del actual Alcalde que además, en muchos aspectos, es una especie de antítesis de Alex, que según señalan fuentes al interior de Cambio Radical, su partido político, fue su proponente a las lides de ejercer la Alcaldía de Barranquilla.

Es cierto que bajo la administración de Char y Elsa Noguera la ciudad solucionó parcialmente el problema de los arroyos, que la planta física de los colegios mejoró de forma ostensible, que los antiguos puestos de salud se modernizaron y se convirtieron en unidades médicas, que los parques se recuperaron para beneficio de muchos barrios –de todos los estratos socio económicos- y se impulsaron la ampliación o construcción de vías de discutible, por lo menos por ahora, utilidad pública.

Pero la pandemia, que golpeó duro a Barranquilla –todavía no hemos cruzado el Rubicom como sugieren ladinamente la propaganda oficial- desnudó impúdicamente las falencias sociales del modelo de ciudad propuesto. La economía, convenientemente maquillada desde hace años con cifras de supuestas inversiones de las que aparecen muy pocas al sacar las cuentas, muestra una ciudad con más de un 60% de informalidad laboral, rezagada competitivamente con otras ciudades de Colombia (puesto noveno en ese sentido en áreas metropolitanas), con contracción en el consumo y escasas ofertas de trabajo para los jóvenes profesionales que sacan semestralmente su docena de universidades que se ven en serios apuros para conseguir empleo y después resignarse a que les paguen mensualmente salarios de millón y medio de pesos si es que cuentan con tan maravillosa suerte.

No hay donde ni con quién. Mientras este modelo terrible, que afecta a una clase media cada vez más pauperizada, prosigue, todavía insiste la clase dirigente –gremios y políticos- en acudir al canto de sirenas encantadas del antiguo esplendor portuario, soñando obras faraónicas sin inversores que se le midan y pidiendo; cada cuatro meses, con carácter de urgencia manifiesta, recursos al gobierno nacional para mantener en condiciones mínimas –no optimas- el famoso canal navegable del río Magdalena.

En esa cantaleta larga, en ese círculo tonto se debate la ciudad hace años. Le adoban otros ingredientes. Que si el carnaval quién lo vive es quién lo gasta, que si viva el Junior de Curramba, Junior campeón, la perenne “sede” en las eliminatorias de la selección Colombia con sus partidos y negocios de boletería y ahora; como si eso resolviese problemas de fondo, asambleas multilaterales de organismos internacionales que son presentadas, con toda la propaganda institucional posible, como una especie de panacea para la imagen de la ciudad.

Perfectos esos proyectos y sedes si estuviesen resueltos graves problemas de fondo que reitero, fueron mostrados por la pandemia en la ciudad, entre ellos la anomía social y la desconexión de los escenarios que pinta la institucionalidad administrativa política con la verdadera realidad que sufre y vive la ciudadanía.

¿Cómo se explica el afán del alcalde Pumarejo en revisar, con pericia de agrónomo, el gramado 3 o 4 veces pago con sus correspondientes drenajes, diciendo con énfasis que los campeonatos de fútbol –copa América, eliminatorias a Qatar- con la refacción –otra vez del Metropolitano, son proyectos de ciudad? O insista en que es un buen augurio que al fin –con aeropuerto terminado incluido- la célebre asamblea del BID será una realidad en marzo del 2021 con todo lo que ello representa para ese “proyecto” de ciudad que es solamente eso, un proyecto carente de elementos fundamentales que impliquen cambios de beneficio para toda la ciudadanía y no para un focalizado grupo de amigos y socios de la administración.

Medellín que se precia de ser ciudad industrial, soltó las amarras de ese buque escorado hacia otros territorios. Se han dedicado a explorar el fomento y expansión de nuevas tecnologías y las factorías de chimeneas con su aliento contaminado, sacarlas del valle de Aburra. No es extraño el reciente anuncio sobre la construcción de un complejo industrial del gigante Nutresa –del GEA- en Santa Marta.

No les interesa a los antioqueños este tipo de plantas industriales, pues se conforman con ser las sedes corporativas, con todos los beneficios que ello implica, mientras desechan todas las posibilidades en contra que plantean estos proyectos. Astucia e inteligencia territorial, en conclusión. Competividad urbana basada en la descentralización de la producción, producto de la adopción de innovaciones tecnológicas, desarrollo de las telecomunicaciones, movilidad de los flujos financieros y flexibilizaciones en los procesos productivos.

Las ciudades competitivas, los proyectos de ciudad, señor Alcalde Pumarejo, no andan circulando gozosas en los estadios de futbol ni en asambleas de una semana o mes de duración. Se encuentran; cuando se buscan, en otros ámbitos mucho más complejos. En el ensayo “Innovación y competitividad urbana: hacia la reingeniería del gobierno local”, de Benjamín Alva Fuentes y Cuauhtémoc Modesto López, de la CEPAL, enfatizan que:  

“En la actualidad la creación, uso, y difusión del conocimiento y la innovación son determinantes en la creación de valor. Anteriormente se consideraba “la información es poder”, sin embargo, actualmente es un hecho que se generan mayores ventajas al utilizar el conocimiento, producto de compartir, difundir y utilizar la información. El proceso para generar conocimiento implica la organización, sistematización y síntesis de la información para identificar áreas de oportunidad o conocer la posición competitiva de este proceso se le conoce con el nombre de “Inteligencia Competitiva” (IC) (López F, Fernández S, Manchado P, Agustín H, & Zabala D, 2008)”.

¿En dónde se consigue este conocimiento, la creación de este valor? En el apuntalamiento del acceso a la educación de calidad y un sistema cultural sólido que maneje tecnológicamente grandes flujos de información al servicio, no de una minoría excluyente, sino de la generalidad urbana. En el Observatorio del Desarrollo Urbano y Territorial, un ente universitario español, se plantea el dilema ciudad competitiva y solidaria así:

“El concepto de solidaridad tiene por su parte una amplia gama de significados y nos remite a los principios de tipo filosófico que orientan las políticas. Pero podemos ir más allá de esta versión genérica para bajar a la escala urbana. Así en relación con la ciudad podemos decir que la solidaridad es el conjunto de acciones y prácticas que generan una ciudad más socialmente integrada. Pero ello no tiene porque ser ajeno a una definición abierta, con la previsión de que estas líneas no deban a su vez tener como objetivo integrado un desarrollo social, económico y cultural mucho más eficiente y especialmente mucho más diverso. Por ello no proponemos pues, la versión alternativa al término de competencia o de competitividad, y si tal vez una versión más rica y más ampliada del mismo. No limitada a “la economía idiota” poniendo esta palabra al final de la frase para parafrasear de un modo trasgresor la célebre de “Idiota es la economía”.

Los españoles sacan este concepto de ciudad solidaria de la “Carta Mundial del Derecho a la Ciudad”, promovida, entre otras, por la Unesco y el BID: “El derecho a la ciudad se define como el usufructo equitativo de las ciudades dentro de los principios de sustentabilidad y justicia social”. Ello significa que el modelo inequitativo social presente en las dos o tres ciudades internas que contiene el territorio de Barranquilla, se encuentra fuera de los rangos de ciudad solidaria y ciudad competitiva, lo cual, de acuerdo a lo que indican análisis, estudios, ensayos y tesis internacionales, las urbes que carezcan de este derrotero estarán condenadas a atraso en todos sus niveles.

Así de grave es la cosa cuando se carece de un verdadero proyecto de ciudad a la que el BID, que conoce perfectamente las estructuras de desarrollo económico y competividad urbana, le presta a Barranquilla 100 millones dólares para el proyecto “Ciudades sostenibles”, para apoyo del componente ecológico y cultural y terminan invirtiendo esos recursos en otras áreas sin mayor peso ni importancia.

Es inexplicable y expone a las claras la crisis administrativa política de Barranquilla en los fundamentos de competividad, el estado actual de su sistema de infraestructura cultural. Indica con certeza en donde andamos parqueados más allá de la gramilla para los partidos de futbol y las algazaras del carnaval. No hay teatro distrital, sistema de bibliotecas distritales, orquesta filarmónica, museos, cinematecas, archivos, fototecas, sonotecas y en una ciudad tan música, un fondo especializado que recoja el rico legado en tal sentido de la ciudad.

No hay nada. Precariedad presupuestal en ese sector. Despilfarro de recursos. Políticas en manos de personas ineptas para comprender e impulsar la gestión de los procesos culturales. Desidia y por supuesto, el método de acudir a la propaganda falaz y engañosa que enmascara el verdadero estado de la cultura y la educación, claves, reiteramos, para la competividad urbana. No les interesan estos conceptos que forman ciudadanía activa y deliberante, forjadores de democracia con plena responsabilidad sobre sus derechos y obligaciones y cuando se carece de ellos, ocurren las hecatombes sociales presentadas en el transcurso de la pandemia.

Ese modelo de proyecto de ciudad que tan entusiastamente difundió la oficina de comunicaciones del Alcalde Pumarejo basada en estado actual del estadio Metropolitano con vista a las competencias deportivas internacionales, a las asambleas de organismos internacionales, no sirve a futuro. Son decorosas pompas de jabón que no resisten un leve análisis de fondo. Nuevamente es preciso salir del actual atasco para encaminar hacia el sendero sensato de construcción de una ciudad competitiva y socialmente solidaria tal como indican con rigor organismo y estudios internacionales.

Lo demás es cuentos, propaganda barata y farándula.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa  responsabilidad del Autor.