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Por: Jorge Guebely
Las heridas de todo acuerdo de paz mal diseñado o mal ejecutado engendran nuevas y peores confrontaciones bélicas. Versalles, al final de la primera guerra mundial, engendró el fascismo y el nazismo de la segunda guerra mundial. Cincuenta millones de seres humanos asesinados por un acuerdo ladino.
Las heridas del Frente Nacional, acuerdo entre elites políticas para alternarse el poder público, engendró la guerra de guerrilla que aún sufrimos. Traicionó al pueblo liberal, el que había soportado todos los vejámenes por acción de los conservadores durante La Violencia: persecuciones, descuartizamientos, ríos llenos con sus flotantes cadáveres… Engendró a Tirofijo y su grupo armado de campesinos liberales para defenderse del Estado. Engendró FARC, EPL, ELN…, guerrilleradas con intenciones políticas.
A las castas ultraconservadoras no les importó la nueva confrontación, ni sus desastres bélicos; sólo importaban sus privilegios. Ni siquiera hoy les importan los 200 años de estériles guerras, ni los acuerdos de paz en la Habana. Regocijadas con el derramamiento de sangre, han convertido el dolor de los excluidos en buen negocio económico y político.
Castas que exigen a las FARC, fuerza menor en la confrontación, que pidan perdón a sus víctimas: civiles y militares vejados, niños y niñas reclutados y sacrificados militarmente, pero alientan el paramilitarismo. Ninguna exigencia de perdón por los descuartizamientos, ni por los campesinos inermes asesinados, ni por los abusos sexuales, ni por el robo de tierra a pequeños propietarios, ni por los siete millones de colombianos desplazados… ¡Peligrosa hipocresía!
Tampoco hay exigencias para la extrema derecha por ser ellas la extrema derecha. Sus víctimas no ameritan pedirles perdón, ni el expresidente Uribe debe hacerlo por las 10 mil ejecuciones extrajudiciales y los múltiples asesinatos durante sus gobiernos y sus relaciones con el narcotráfico y el paramilitarismo. Tampoco los grandes terratenientes ni las multinacionales por su complicidad con paramilitares, por la creación de grupos armados, por el lucro con la tragedia humana de los colombianos. Ni siquiera el ejército nacional por su contubernio con paramilitares, por sus manzanas podridas que actuaban como auténticos psicópatas.
Creo que, por sensatez y por la paz humana, deberíamos todos pedir perdón. Hasta los liberales por traicionar a sus copartidarios y los conservadores por participar en diferentes genocidios durante la historia de Colombia y nosotros por simular indiferencia ante las víctimas de cualquier color. “Sólo los viles no piden perdón porque no saben perdonar”, decía Laurence Sterne, autor del Tristan Shandy
Y sólo el perdón puede construir una paz y un país mayor material y espiritualmente, digo yo.
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