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Por: Alfredo Felipe Martínez Agamez
De antemano, le informo que no pertenezco a ninguna de las siguientes instituciones: Ejercito revolucionario chino, Ejercito de la revolución cubana, Revolución bolivariana, guerrillas colombianas, dictaduras de la derecha; no soy mamerto ni mucho menos de derecha. Soy un simple padre de familia, indignado y que comparte la idea de que podemos tener un país con una democracia – social.
Como periodista que soy, miro con objetividad todo lo que está pasando en esté bello país llamado Colombia, y por momento quisiera hacer lo que dice Shakira en una de sus canciones, hacerme el “ciego, sordo y mudo”, para no ganarme, uno que otro bruto enemigo de gratis. También me gustaría practicar lo que escribió en su sabiduría el gran Marco Aurelio:
“«Cuánto tiempo ahorra el que no se da la vuelta para ver lo que su vecino dice, hace o piensa.»
Séneca, nos recomendó:
“¿Quieres saber que es libertad? No ser esclavo de ninguna cosa, de ninguna necesidad, de ningún azar, reducir la fortuna a términos de equidad”.
Y, lo que logramos ver en este convulsionado territorio es completamente terrible, y por mas espiritual que seas, por mas que practiques los distintos criterios filosóficos para un mejor vivir, llega el momento que pierdes el equilibrio y sucumbes ante tantas desigualdades y decisiones non sanctas, de los que están al frente de los organismos de poder.
‘Me tengo que meter la lengua en el cuatro letras’, para no pisar los callos de algún traqueto, mafioso, contrabandista, político corrupto, alcalde, gobernador, presidente, periodista-arrodillado, empresario de dudosa reputación y que se pueda herir la susceptibilidad de alguno. Colombia, supuestamente con la democracia más sólida de América, nos presenta hoy solamente incertidumbre desde todos los ángulos: Político, económico, social, medio ambiental y de seguridad. Esté 2020, con una pandemia que afectó a todo el mundo, nos ha desnudado por completo. Nos muestra tal como somos, ‘Un país de heces’ , donde elegimos a cambio de unos cuantos pesos, un pastel, un jugo, una botella de ron; a unos depredadores del erario y que les importa un carajo el presente y futuro de la gente, de los niños, de los jóvenes; este estado miserable y mezquino, indolente y lleno de odio hacia el propio pueblo, solo nos deja migajas y miserias; un país donde la plutocracia es la que rige, donde para obtener algo, hay que “lamer la suela del zapato” al poderoso, o apoyarlo en sus fechorías.
Me importa un carajo lo que hablen los lambones del estamento, los que dicen ‘robaron pero hicieron’. Triste que dejen morir a los hospitales públicos, que la educación no valga un centavo, que no se piense en un progreso para todos, y el que seamos un pueblo mediocre en cultura, educación, tecnología e investigación.
¿Cómo es posible que no se piense en el desarrollo verdadero del agro y de los campesinos? Pero si se piensa en Avianca; ¿Cómo es posible que muchos mandatarios distritales, municipales, departamentales y hasta en la presidencia, hicieran fiesta con el presupesto? Y ni quien investigue.
‘Me tengo que meter la lengua en el cuatro letras, país de heces’ y quedarme callado, cuando se roban el erario, los ríos, los paramos, las ciénagas, las tierras; venden las empresas estatales; matan niños, jóvenes, lideres sociales, mujeres, profesores; extorsionan; secuestran; explotan al trabajador; y para rematar si emprendes no cuentas con apoyos y después te envían a la DIAN.
‘Me tengo que meter la lengua en el cuatro letras, país de heces’, aceptar, soportar y resistir, que los sinvergüenzas nos crean imbéciles, estúpidos, y nos sigan alienando con sofismas y eufemismos distractores, como la rumba, el fútbol, monumentos que tienen la magia de idiotizar, y programas sociales mediocres que a cambio le tenemos que rendir reverencia a los corruptos, como si fueran dioses.
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