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Por: Deisy Fernández Orozco
La sexualidad es innata al ser humano, tiene un componente instintivo que empieza a desarrollarse desde el mismo momento de la concepción y que se mantiene hasta el final de la vida. Sugiere ser entendida desde todas sus dimensiones, debido a que la manera cómo nos relacionamos afectivamente con los demás, está influenciada no sólo por las características de personalidad, sino que además existe un componente biológico y socio cultural, que determinan la manera de interactuar con nuestros semejantes. Desde el vientre, somos seres sexuales, la capacidad de sentir placer y de experimentar sensaciones eróticas permanece, hace parte de la naturaleza propia de los humanos, por lo tanto la sexualidad debe ser vista como algo sano, edificante, que nos permite comunicarnos, sentir placer, y dar vida. Implica asumirla con responsabilidad desde una postura coherente con la vida, se requiere madurez mental, física y emocional, de lo contrario primará el placer, como única razón para cristalizar un momento de intimidad.
No debemos desconocer, que estamos viviendo una época diferente, tiempos de cambio, que nos conduce a un ritmo más acelerado, en donde el concepto de libertad y la capacidad para expresarnos, se tienden a confundir con el libertinaje, induciendo, a comportamientos desenfrenados frente al sexo.
La manera como expresamos los sentimientos, no está definida por un patrón de conducta único, siguen influyendo los aspectos intrínsecos y extrínsecos. Lo cierto es que tanto hombres como mujeres buscamos establecer relaciones afectivas de pareja, para satisfacer necesidades básicas tales como: la protección, el amor y el sexo. Entonces, es relevante mencionar que el concepto del Amor y el Sexo, puede ser asumido de manera diferente, de acuerdo al género, aunque al final termine prevaleciendo el Amor.
Culturalmente el hombre ha sido condicionado para asumir un rol fuerte, a lo largo de la historia, aprendió que el romanticismo y las expresiones de cariño los hacían débiles y podrían ser dominados, poniendo en riesgo su hombría y la posibilidad de tener todo bajo su mando. En ellos prevalece el instinto sexual, es el impulso primario para establecer relaciones afectivas. El interés de un hombre hacia una mujer, está compuesto de una carga libidinosa que lo conduce al amor, necesitan del contacto físico y de un coito, para identificarse plenamente con su pareja. Los encuentros sexuales serán para ellos la manera más rápida para definir sus emociones y llegar a amar. Es decir descubren el AMOR a través del SEXO. Es un comportamiento inherente a su condición humana.
En cuanto, a ellas, sucede lo contrario, las mujeres requieren de una buena dosis de ternura, afecto, atención, coquetería, galanteo y detalles, para llegar al sexo. Prima la necesidad de protección, la seguridad y el respaldo emocional que su pareja le brinde, para llegar a ese momento de intimidad sexual. Para ellas es un acto sublime que implica un compromiso con el otro. Por supuesto que se busca sentir placer, pero no es el objetivo final. Es un momento de afianzamiento en la relación, basado en un interés genuino por consolidar el Amor.
También es cierto que en esta época predomina la filosofía de la liberación femenina. Se asume más riesgo frente a las relaciones sexuales ocasionales o de oportunidades, dando rienda suelta, a lo carnal, a lo pasional, sin compromiso, primando entonces el principio del placer, sin embargo no es la naturaleza del género femenino. Las Mujeres llegan al SEXO, a través del AMOR.
ELLOS Y ELLAS, SON DIFERENTES, PERO TODOS BUSCAN AMAR Y SENTIRSE AMADOS.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Deisy Fernández Orozco, Psicóloga, especialista en pedagogía, Formación en psicoterapia,Instagram: @Psico_deisy, deisye2012@hotmail.com