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Por: Elverth Santos Romero
La reciente pandemia del Covid19 dejó al descubierto un sinnúmero de otras pandemias, qué aun existiendo, no las hemos querido reconocer o no hemos tenido el valor de aceptarlas y enfrentarlas, para buscarles una solución definitiva y preferimos mantenerlas invisibles. Pero nada hace el Avestruz cuando esconde la cabeza debajo de la arena dejando su enorme cola afuera.
La primera invisible que asomó su cabeza fue la del sistema de salud público, todos sabíamos que era ineficiente e insuficiente, pero no de esa magnitud pues no resistió ni siquiera el comienzo, en el caso de Barranquilla le tocó al gobierno distrital gastar recursos cuantiosos para adecuar el centro de eventos y convenciones Puerta de Oro como un hospital transitorio para suplir esta deficiencia. Si fue útil o apresurada esta decisión, será objeto de análisis en otro momento. La clínicas privadas o las IPS tampoco lo estaban saturándose muy pronto las salas de cuidados intensivos. Mucho menos lo estaban las EPS que demostraron en esta ocasión una vez más, que es un sistema absurdo y leonino de intermediación entre el Gobierno colombiano y la red pública y privada de IPS. La mayoría de las personas que murieron por covid19 agravaron su delicado estado de salud esperando órdenes de exámenes o sus resultados.
La segunda invisible de la que se conocían los porcentajes estadísticos pero no sus funestas consecuencias, es la falta de formalización laboral, la mayoría de los empleos que producimos son informales, por lo tanto la gente carece de seguridad social y el ingreso es producto del trabajo que a diario realizan estas personas, circunstancia que agravó la situación económica cuando se ordenó por parte del gobierno nacional la famosa cuarentena. El gobierno no pudo o no quiso establecer un ingreso solidario para estas familias con equivalencia a un salario mínimo legal vigente, pero ayudaba algunos con 160 mil pesos. Dinero insuficiente para el sostenimiento de una familia, máxime cuando las empresas prestadoras de servicios públicos se les ocurrió la brillante idea de facturar por promedios, haciendo más gravosa la situación de los usuarios.
La tercera invisible pero también muy conocida y comentada por todos es la de la policía Nacional, un cuerpo armado de naturaleza civil que en su desarrollo ha tenido altibajos, inclusive algunos de sus miembros contribuyeron en el pasado lejano a la conformación de guerrillas liberales en contra de gobiernos conservadores. Por las circunstancias especiales de la guerra interna de nuestro país con las guerrillas insurgentes y el crecimiento del negocio del narcotráfico, la Policía Nacional prácticamente se ha convertido en un hibrido civil-militar que les permite cometer abusos de autoridad y quedar en el limbo jurídico de si corresponde a la justicia ordinaria o a la militar el conocimiento de tales hechos.
Como casi todas las instituciones del estado y de la sociedad algunos de sus miembros fueron y siguen siendo permeados por la corrupción del narcotráfico. Entrenada para combatir en las selvas narcotraficantes y guerrilleros, perdieron su visión y su misión principal de ser una guardia civil para la seguridad ciudadana, volviéndose violentos en su actuar contra las legítimas manifestaciones de protesta por el descontento social imperante. Se suma la poca empatía, a pesar de sus esfuerzos, entre esta institución y la ciudadanía. Creería que el actuar de la policía de tránsito es la mayor causante de este distanciamiento, los ciudadanos casi que tienen el convencimiento que trabajan para las empresas privadas que manejan las oficinas de tránsitos en el país. Ese manoseo diario fomentó el famoso platilleo que tanto daño le hace a la institución policial, habida cuenta que los ciudadanos le han perdido el respeto como autoridad. El atropello policial a la ciudadanía es una pandemia.
La cuarta pandemia que se visibilizó fue el apetito voraz de Barranquilla de querer dominar política, administrativa y financieramente todo el departamento del Atlántico. El departamento del Atlántico carece de dolientes, pues aquí no se sienten atlanticenses sino barranquilleros. Primero fue el despojo de parte del territorio de puerto Colombia y posteriormente el de sus finanzas. Ahora le tocó el turno a la autoridad ambiental y prácticamente condenaron a la desaparición de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico CRA, sin prever como se resolverá el manejo ambiental y de los cuerpos de agua del Departamento, ni el pago futuro de las obligaciones financieras contraídas, entre otras cosas, para obras que en su mayoría fueron ejecutadas en el área metropolitana de Barranquilla. Al Joven Director de la CRA le sugeriría que actúe rápidamente reorganizando la casa internamente y trasladarse a un municipio para abaratar los costos y gastos de funcionamiento. De ser posible comprar una propiedad para convertirse en un laboratorio ambiental de investigación que le permita en el futuro ser auto-sostenible.
La Asamblea del Departamento y el Concejo Distrital son testigos silenciosos y cómplices de esta delicada situación, pero por pertenecer mayoritariamente a una misma casa y partido político, están convertidos en unos apéndices de los gobiernos Departamental y Distrital, fallándole a sus electores que esperan ansiosos el control político, que es una sus principales funciones. Los Representantes a la Cámara no se quedan atrás. La pandemia del silencio los contagió.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor Elverth Santos Romero, Abogado-Especialista en Gerencia de Empresas Comerciales, e-mail: elverthsantosr@hotmail.com