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Por: Jennifer Rueda Martínez

El sábado 24 de julio, el diario “El tiempo” realizo una publicación de un artículo que lleva como título “Odio ser madre”: mama arrepentida pide no normalizar la maternidad. Se refiere a una ciudadana brasileña llamada Karla Tenorio, es actriz y escritora de 38 años, quien, en mayo de 2021, despertó toda una polémica tras escribir acerca de este tema para el portal ‘Universa UOL’. Además, creó todo un movimiento para quienes no se sienten cómodas con ese papel.

Así mismo, me encuentro con una publicación de la revista Vea, donde Eva Rey escribe una carta a su hija Lía que dice así: “Muchos me dicen que cuando seas grande y comprendas que quise abortarte no me vas a querer. O me vas a cuestionar. O que te vas a traumatizar…Por eso esta carta… Querida Lía. Hubo un día que no te quise. No te pedí. No te soñé. Y ahora me doy cuenta que si te hubiera querido, o soñado o pedido no podrías haber salido más perfecta. La más perfecta para mí”. Todo un poema verdad.

Me llamo poderosamente la atención este par de escritos, los cuales guardan mucho en común, y es el tema de ir quitándole el disfraz a uno de los ideales más perfectos creados a nivel social y cultural, casi que desde el comienzo de la humanidad, y es el del rol de ser madre, y todavía me llama más la atención que dicha información viene de personajes reconocidos, digamos con un buen “status”, con renombre y estudiadas, esto lo digo sin la intención de discriminar a nadie, pero es bien sabido que todo lo alarmante y escandaloso se lo quieren atribuir a las personas menos favorecidas de la sociedad, por falta de educación y recursos económicos.

También debo resaltar el papel que juegan las redes sociales, ya que no solo se han convertido en medio de entretenimiento, o de enfrentamientos políticos, sino un puente efectivo para que las personas se atrevan a levantar su voz a referirse a temáticas de las que nadie se atreve a hablar, las cuales terminan teniendo más seguidores que cualquier tema común.

Soy amiga de decir la verdad, me gusta analizar, observar y cuestionar, no tragar entero, me atrae lo diferente, pienso que si cada ser humano es único, no es posible que exista una verdad absoluta de cómo hacer correctamente las cosas, no hay un patrón, ni un molde para pasar la vida siendo la repetición de métodos técnicas y personas, cada uno piensa, interpreta y actúa de acuerdo a la sumatoria de experiencias que ha tenido en su vida, por lo tanto todos podemos y tenemos derecho a la razón y al error, porque somos muy subjetivos. También debo aclarar que dentro de todos los roles que desempeño está el de ser Psicóloga, madre y me considero una feminista en formación porque estoy abierta al aprendizaje de este interesante movimiento, que es más lo que se ignora y juzga que lo que se sabe y menciono esto porque la temática con la que inicie este escrito tiene mucho que ver con eso, ya que conozco muy de cerca el hecho de como a través de la historia a las mujeres prácticamente se les ha programado para que sepan que hacer y cómo hacerlo sin la libertad de escoger, entre esos el rol de ser madre es algo prácticamente impuesto y obligado y que si no lo cumples eres rara o no estas llenando las expectativas para lo que fuiste creada por Dios y de la forma como debes verte ante la sociedad, he escuchado decir muchas veces “la realización o el sueño de toda mujer es ser madre” y desde pequeña, nuestras madres, tías y abuelas nos criaron con esa frase, “cuando seas madre…”, entonces sientes que no tienes otra opción y que además no hay oportunidad para el ensayo-error, no importa la edad que tengas, ni en las condiciones en que estés, tienes que hacerlo “perfecto”, porque dependiendo de eso serás aplaudida o criticada.

Ahora recuerdo que en el transcurso de mi embarazo una prima me dijo “el único consejo que te doy es que duermas bastante porque ya después no vas a poder”, y por otro lado, cuando ya estaba en mi ultimo mes de gestación, ya en ese momento, después de pasar casi nueve meses de cambios físicos y emocionales, solo deseas que ya te saquen al bebe, literal, y me dice una tía “cuando estamos así queremos que los saquen y cuando nacen los queremos volver a meter” y un sinnúmero de comentarios más acerca de todo, la mayoría negativos, porque cada quien habla del baile dependiendo como le fue, yo solo me reía porque realmente no entendía nada, pero cuando mi hija nació lo entendí todo y créanme la palabra siempre se va a quedar corta frente a la realidad, nadie sabe lo que pasa de puertas para adentro y menos lo que ocurre de la piel hacia lo mas profundo del ser, el cambio de vida de una mujer tras el embarazo y el parto y todo lo que viene después es del cielo a la tierra, es como si pasara el más fuerte de los huracanes y arrasara con todo lo que eras y te deja lo que te toca sin saber que hacer, ni como hacerlo, el cambio es realmente brusco y traumático y entonces vienen los sentimientos de culpa porque realmente estas entre debería estar feliz pero en realidad estoy aterrorizada, pero este pensar nace mas de no entender porque te sientes así si se supone que “ser madre es la experiencia más maravillosa de la vida” y entonces crees que eres mala por sentirte así porque crees que eres la única que no encajas en el resto de la “normalidad”. Es por esto que cuando leo este tipo de escritos como con los que inicie, realmente siento un alivio, porque ya existen mujeres valientes que se atreven a contar la verdad y están ayudando a la salud mental de las madres para que sepan que no eres la única que pasa por eso y que lo normal es sentirse así de mal y que ya pueden hablarlo, pueden contarlo, pueden expresarlo y descargarse de una manera positiva y no tal vez agrediendo y violentando a sus propios hijos, por la frustración de no poder cumplir con los altos estándares que todos esperan.

Aclaro que esto no tiene nada que ver con amar o no a nuestros hijos, el amor de mi vida después de Dios y yo misma, es mi hija, pero contiene en sí mismo una manera mágica y misteriosa de darse, ese es un romance natural entre dos desconocidos que aprenden a acercarse y a conocerse en el día a día y que una vez inicia ya no para de crecer, es un proceso hermoso, único, después de la gran tempestad empieza a llegar la calma y el orden y es ahí cuando empiezas a disfrutar de ese amor sublime e inigualable a ningún otro. Si habláramos mas abiertamente de estos temas, contribuiríamos grandemente a que la experiencia desde que vez un resultado positivo, hasta el postparto sea mas real y menos traumático, por ende, mayor salud mental para la madre, su hijo y el vínculo que los une.

Como mensaje final quiero decirles a las mujeres, que tienen todas las opciones del mundo para programar y realizar su proyecto de vida, la única condición es que lo elijas tu libremente y te haga feliz y  a las que decidan voluntariamente ser madres sepan que todo los cambios físicos, mentales y emocionales son validos y normales, pero hazlo así, viviendo un día a la vez, aceptándolos y viviéndolos intensamente hasta que los vayas integrando en tu ser, a tu paso, a tu ritmo, al mismo tiempo que te vas enamorando de esa hermosa bendición que sin lugar a dudas a llegado a cambiarte la vida. Y a los esposos, familiares y amigos de esa super mujer, entreguen dosis gigantes de amor, tolerancia, paciencia y empatía, pero también espacios y silencios, no sabes la batalla interna que están enfrentando cada una de esas guerreras.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Psicóloga, Jennifer Rueda Martínez