Telatiroplena.com, periodismo serio, social y humano
Por: Jenniffer Rueda Martínez
La mayoría de mis escritos nacen de la inspiración de experiencias vividas que muchas veces les comparto, lo que me permite observar, analizar, reflexionar y sacar grandes aprendizajes, lo cual en ultimas es lo que busco despertar en los que tienen la oportunidad de leerme.
En esta ocasión les comento que me encontraba en un centro comercial donde los domingos realizan una Eucaristía a las 11:00AM, para esto acondicionan un espacio de la plaza de comidas, por la naturaleza del sitio, es normal que existan algunos distractores, sin embargo, no es nada que no se pueda controlar manteniendo la atención activa y la concentración en la actividad que se está desarrollando, sin embargo, ese día en particular abundaba una cantidad significativa de jóvenes, caracterizados por su gran vitalidad y energía propios de su edad, lo que me llamo poderosamente la atención es ver y escuchar su algarabía, se pasaban de un lado a otro e incluso transitaban entre el espacio frente al sacerdote que dictaba su homilía a los asistentes, como dice la canción “como si fueran los dueños del mundo y los demás vivieran alquilados”, como zombies con los ojos clavados en su celular, como si no se percataran que se estaba desarrollando una actividad de carácter espiritual muy importante para los que allí se encontraban, tantas eran las interrupciones que dos personas se tuvieron que colocar a cada lado casi que a custodiar el espacio, para que cada vez que alguno de los chicos quería atravesarse imprudentemente, estuviera alguien que los despertara, los trajera de vuelta a la realidad y les explicara que no podían cruzarse por la mitad como les viniera en gana , cuando esto ocurría sus ojos se abrían con su expresión de asombro como si de verdad nunca hubieran visto lo que estaba pasando.
Todo este acontecer me llevó a pensar que independientemente de las preferencias religiosas, políticas, deportivas, que son tres de los sectores más divisores de la sociedad, hay algo básico y es el valor del respeto por lo que hagan los demás, aunque a mi no me guste, no lo apruebe o no me importe.
Estos jóvenes me muestran lo pobre y miserables que están siendo los padres en cuanto a la crianza en valores, principios, disciplina, tiempo, empatía y amor, pero abundante en lo tecnológico y lo material para tratar de suplir y llenar en vano sus vacíos, las carencias se hacen evidentes en la falta de conexión con el aquí y el ahora y con lo que hace el que tengo a mi lado, se observaba una desconexión con la realidad, un egoísmo en pensar solo en lo que yo quiero y necesito, el famoso “me importa un culismo”, me da la impresión que vienen de esos tipos de hogares en que todos viven en una casa, pero no conviven porque cada uno esta metido en su espacio con su dispositivo, lo que les impide mirarse, hablarse, conocerse, compartir, acercarse y muy por el contrario se convierten en un grupo de extraños que dejo de ser familia por los muros y las distancias que los mismo humanos construimos, para acercarnos más de los que estamos lejos pero alejarnos más de los que estamos cerca.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor Psicóloga, Jenniffer Rueda Martínez