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Por: Jenniffer Rueda Martínez

Me dedico a estudiar y trabajar con y para el ser humano de manera integral, sobre todo las áreas mentales, emocionales, comportamentales y su forma de relacionarse, y conozco claramente de las cosas extraordinarias que es capaz de lograr, no importa su etapa de vida, sus condiciones, su genética, su crianza, gracias al poder neurológico y a la plasticidad cerebral entre otras cosas, tenemos la capacidad de seguir evolucionando; sin embargo, lo que noto es que hay una preferencia a quedarse estancado o a resistirse a los cambios, sobre todo cuando de patrones o esquemas de pensamientos convenientes se trata.

A lo largo de mi trayectoria como profesional de psicología, he tenido muchas consultantes mujeres, quienes al referir su motivo de consulta y describir la situación que las llevo a solicitar la sesión, hacen referencia a una crisis de familia y de pareja, y no deja de sorprenderme cuando dentro de sus discursos la gran mayoría sostiene con plena convicción y seguridad “mi pareja me ha sido infiel, varias veces, y yo se que es normal que un hombre sea infiel, que siempre  mínimo una vez te va a engañar con alguien, pero es que yo veo que los demás cada vez que lo hacen es con una diferente, pero en mi caso, siempre con la misma y por varios años”, cuando escucho este tipo de afirmaciones, no puedo evitar experimentar un sinnúmero de sensaciones en mi interior.

Soy una total defensora de las mujeres, confío plenamente en sus superpoderes maravilla y capacidades, entre muchas cosas más, pero darme cuenta como a pesar que los años pasan, evolucionan las maquinas, la tecnología, se comparte a diario tanto contenido de valor especialmente creado para ellas, hay pensamientos que las mantienen encadenadas a la infelicidad, y por eso en muchas ocasiones he hecho referencia a las maldiciones que cargan las familias de generación en generación, porque es que “mi abuelita toda la vida aguanto a mi abuelo”, “mi mama toda la vida le aguanto a mi papa”, “fulano siempre ha tenido muchas mujeres en la calle, pero me hace respetar como la señora de la casa porque aquí siempre termina llegando a dormir y cumple con su deber porque nunca nos ha faltado nada ni a mí ni a mis hijos” o esta otra perla, “antes los matrimonios duraban años, hasta viejitos y yo quiero que el mío también, por eso me toca sobrellevar”, “yo aguanto porque no voy a perder la pensión” y vas  a ver tu a la pensionada vieja, enferma y amargada o cuando te lo dice un hombre con su risita de satisfacción y maldad en la cara “tú sabes que los hombres siempre echamos nuestra canita al aire”, “tú eres la reina y las demás son las demás” o el respaldo social machista “si lo hace un hombre es mas macho, pero si lo hace una mujer es impura y pierde valor”.

Cuando seguimos sosteniendo estos argumentos tan pobres, lo único que hacemos es justificar y consentir que este tipo de conductas aberrantes se sigan normalizando y repitiendo a través del tiempo e incluso parece que fuera algo natural de esa especie o que por obligación se tiene que dar.

A mí que nadie me venga con cuentos chimbos al respecto, “es que son las hormonas, estaba borracho, me hicieron brujería, ella es la que me busca, me deje llevar, no lo pude evitar” etc. La fidelidad, sí es posible, venga de donde venga, aquí el problema no es si eres hombre o mujer, aquí lo que importa que es lo que contiene tu interior, porque mas que ser fiel, aquí el tema es de lealtad hacia el ser amado, y si usted no puede ser leal, entonces usted no tiene valores y si usted no tiene valores, usted es una cosa vacía carente de humanidad.

Se hace un llamado a los padres a la necesidad de educar y formar dentro de las familias a seres humanos, niños y niñas en valores como la lealtad, principios, moral y espiritualidad.

A las parejas, busquen ayuda profesional si los dos están interesados en tener una relacion feliz y saludable.

A las mujeres, no importa lo que hagas o dejes de hacer, si estas con un infiel y tanto tu como el normalizan la infidelidad, nada va a cambiar y vas a permanecer en un estado de eterna infelicidad que te va a traer graves consecuencias a ti y a tus hijos para toda la vida.

Amate, cuídate, valórate, dedícate a sanar tu enfermedad, porque la salud mental es lo más importante.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Psicóloga, Jenniffer Rueda Martínez