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Por: Adlai “Mochilanga” Stevenson Samper

Tal parece que estamos viviendo en un paraíso idílico tropical y no nos hemos percatado. Todos los portavoces de la Alcaldía de Barranquilla señalan que estamos ante un progreso de índole mayúscula solamente comparable con ciudades del primer mundo, con unas cifras económicas alentadoras, una ciudadanía contenta que lo unge; encuesta tras encuesta, con el índice de mayor favorabilidad en el país. En estos días contrataron unos “académicos” de Medellín para que hiciesen una masa coral de elogios y ditirambos sobre el “milagro currambero”. Provienen de una universidad aparentemente seria como la EAFIT de esa ciudad. Uno de ellos; un criminólogo que lleva de placa de tránsito el nombre de Santiago Tobón y que por supuesto no conoce ni pio a Barranquilla, salió con el mapalé chino de la obsoleta teoría criminológica de las “ventanas rotas” basado en que los parques erradicaron el hurto a la propiedad.

Hágame el reverendo favor. Si la criminalidad organizada en torno a la extorsión y sicariato, la administrativa y el lavado de activos carece de relaciones y soportes con los espacios recreativos lúdicos vecinales.  Por ello creo con firmeza que aquí alguien ha sido víctima de la burundanga. Yo; que no veo tales maravillas; o el grupo de académicos y encuestadores que ven una especie de ciudad del norte de Europa o de petrodólares árabes asentada en el delta del río Magdalena.

Por supuesto que las encuestas pueden ser ciertas. No pretendo desmentirlas y bien pudiera ser posible que los indagados; por ejemplo, trabajen en alguna dependencia de la administración distrital, o en el carácter de beneficiarios de jugosos y bacanisímos contratos, al combo de amigos finos y embambados de camionetas cuatro puertas y apartamentos en Miami o se consultan como soporte fehaciente las autorizadas opiniones de los periodistas inscritos en la nómina oficial pertenecientes al combo llamado de “las focas”. También les creería si viese perceptiblemente desarrollo urbano, si la ciudad se moviera en la economía legal con todo lo que ello significa y pudiéramos superar lo que muestra la desalentadora realidad en pobreza, marginalidad y atraso en todos los frentes ante la política del farandulerismo promesero.

Todavía andan con el embeleco del malecón construido; con todo lo que significa, sobre alcantarillas que derraman sobre el Magdalena toneladas de mierda diaria en una administración que se precia de alentar la biodiver-ciudad. Ver para creer tal señala la histórica frase de Santo Tomás cuyos portentosos descubrimientos teológicos urbanos se aprecian en la cantidad de proyectos paralizados en la ciudad creando infartos en la movilidad, depreciando propiedades y arruinando comerciantes.

¿Habré sido víctima de un burundangazo que no me permite apreciar este desarrollo de jubiloso porvenir crisol de la savia joven del árbol nacional, según la poética de Amira de la Rosa? Desconcierto sí es verdad que padezco cuando tengo el  infortunio de deambular por la horripilante colcha de retazos de la avenida Circunvalar con diferentes capas de rodamientos, calidad precaria y obras paralizadas mientras el Alcalde en varias oportunidades ha prometido que en dos meses estaría lista con cinco carriles de cada lado; señalando engreído, sacando pecho, que es la más grande de Colombia olvidando a la avenida 26 Rojas Pinilla a El Dorado en Bogotá que en algunas secciones tiene 8 carriles de ida y 8 de venida o la sur de Medellín con la regional en torno al río del mismo nombre.

A alguien le están dando burundanga. Puede jurarlo ante los poderes celestiales y terrenales. A los académicos negociados con contratos para que cuenten una historia adánica de la ciudad a partir de 2008. A los encuestadores que muestran la alta favorabilidad de un alcalde que el próximo 31 de diciembre termina su período signado por la mortandad entre 30 y 40 diarios en la época del COVID y los contagios, (las cifras más altas y dramáticas de Colombia), sin obras que mostrar y una parálisis disfrazada por la carencia de recursos. Todavía es hora que no ha explicado; ni le interesa, sobre el desmonte del portafolio de estímulos a la cultura mientras en otras ciudades de Colombia este rubro se robustece pues con ello fortalece la dinámica urbana en diversos aspectos.

O me dieron burundanga para no ver las maravillas de Barranquilla o; contrario sensu, hay un combo que le da burundanga a la ciudad para que no vea el tamaño del desastre de sus ejecutorias. Me inclino modestamente a la segunda versión pues las cifras no mienten con una tasa de informalidad laboral constante desde hace varios años en 60%, con problemas de números en rojo para la capacidad de endeudamiento, la posición siete en índice de competitividad según el Consejo Colombiano de Competitividad del área metropolitana de Barranquilla —muy pronto será superada por Pereira—, con su precaria situación a nivel educativa a partir del puesto 11 en Pruebas Saber 11 e el impacto mínimo de la ciudad con el 3,4% en el PIB nacional mientras que Bogotá y su área metropolitana tiene casi 35% lo que permite; entre otras cosas, que se paguen mayores salarios mientras el desempleo y malos pagos laborales producen una lenta migración de jóvenes profesionales buscando oportunidades de crecimiento que les niegan las roscas instauradas en todos los sentidos en Barranquilla.

Hay burundanga rodando en la ciudad y muchos caen embelesados en la retórica de los renders fantásticos y de las promesas del rugido de motores de la Fórmula 1 en las avenidas de Barranquilla. Digo entonces, con par maracas en las manos: Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé la pegó a Mochilanga, le echó a Burundanga les hinchan los pies…

Burundangaaaaaaa! 

Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.