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Por: Jairo Eduardo Soto Molina
Cuando tenía catorce años (1973) escuché por primera vez “Un jíbaro en San Juan”. En el camino al Colegio José Eusebio Caro pasaba todos los días por el bar “El Boricua”, que estaba en la calle 30 con carrera 29 en Barranquilla, en pleno barrio Rébolo, uno de los sitios más tradicionales de aquella época. En ese estadero (ya no existe), de propiedad de Luis Jiménez más conocido como Lucho Boricua; se escuchaba la mejor salsa brava de “Curramba”. Esos fueron los primeros temas que escuché de la llamada “música jíbara”.
Mi oído se fue acostumbrando a ese ritmo puertorriqueño, que en ese entonces tenía a un selecto grupo de seguidores. Entre ellos a Luis Zarate, excelso back central que por tener una moza allí (Jennifer, una hermosa pereirana), se ganó el remoquete del “Boricua Zarate”. En ese tiempo la consideraban música de esquineros (tomadores de cerveza), drogadictos y vagos.
Pero volviendo al tema “Un jíbaro en San Juan”, cantado por Miguelito, un niño puertorriqueño que falleció trágicamente al ser atropellado por un vehículo me llamó poderosamente la atención, y lo recuerdo como si fuera ayer, una frase de la letra donde citan a “la mancha de guineo”. No sabía que significaba la “mancha de guineo” que años después el Gran Combo de Puerto Rico la volvió a citar en el tema “el Jíbaro listo” cuando dice Charly Aponte: “ya no soy el jíbaro aquel, ¡miren! de la mancha de guineo, pues ahora yo me codeo con Eddie y con Rafael”. Bueno, eso quedó ahí y nunca se me dio por investigar el significado de la “mancha de guineo”. Cierto día, hace como doce años atrás, estaba escuchando música y se me dio por colocar el tema “Un jíbaro en San Juan”.
Mi hija Laura Margarita, quien heredó el buen gusto por la salsa, le llamó la atención la voz del niñito, y me preguntó, “¿papi, quien canta ahí?”. Yo le contesté que era Miguelito de Puerto Rico. Pero lo que me dejó “helado” fue la siguiente pregunta de mi hija: ¿papi, ¿qué es la mancha de guineo?”. Como decimos los costeños “me ponchó”, pues no supe que contestarle. Esa pregunta me la hacía yo cuando yo era niño y nadie me la pudo contestar. Ahora se repitió la misma historia. Quedé con la “espinita” y me dediqué a investigar. En el fondo yo sabía que era algo del vivir de los puertorriqueños, algo de ellos, de sus tradiciones y costumbres, pero no sabía su connotación.
Ese mismo año estando en el parque de Villa Country, en la cancha de baloncesto del Club Los Cachorros, viendo jugar basquetbol, se me acercó un señor con un balón en la mano y me invitó a jugar. Noté que su acento era de otro país. Le pregunté de dónde era y él me contestó “soy de Puerto Rico y estoy pasando una vacaciones donde unos parientes”. Le volví a preguntar ¿usted es de San Juan?, Y él me contestó “no, de la población de Lares”.
Inmediatamente me acordé de que a Odilio González, que hizo famoso el tema “Mi jibarita mimada” le dicen el “jibarito de Lares” y le dije ¡ah!, usted es de la tierra de Odilio González; y de inmediato a ese señor se le iluminó el rostro y me dijo emocionado “chico como tú sabes todo eso”, a lo que yo le respondí, aquí en Barranquilla se oye todos los días la música de Odilio González, también la de Germán Rosario, José Miguel Class, el Indio de Bayamón, Ramito y otros.
“¿Todos los días?”, preguntó el puertorriqueño. Dije sí, todos los días. “Allá ya casi ni se oye esa música, salvo en la época de navidad”, aseguró. Tal fue la emoción del boricua que nos olvidamos de jugar baloncesto. Nos quedamos hablando de música y fue cuando me acordé lo de la “mancha de guineo”. Aproveché entonces para preguntarle al respecto.
Me dijo que eso era una frase un poco peyorativa que le dicen a los campesinos (jíbaros) puertorriqueños porque el guineo verde (banano o platanito en Cartagena) mancha la ropa y es una marca que le queda a la gente del campo. Agregó que los puertorriqueños llevan “la mancha de guineo” con orgullo. Y por fin supe de qué se trataba la famosa “mancha de guineo”. Según el amigo Caribeño: “Los que dicen ¡ay bendito!”, la frase también hace alusión al campesino de tierra adentro, o monte adentro; con caracteres definidos de jíbaro puro, aunque en términos más generales, “tener la mancha de guineo” se refiere al detalle en el hablar o en los gestos que identifican a jibaro. Detallaba cada vez más su explicación: Este dicho hace referencia a la mancha permanente que deja el jugo viscoso de los frutos verdes del guineo verde aun, planta de origen africano utilizada en diversos platos de la Isla, como el mofongo o los ricos tostones, señalaba el amigo de Lares. Decir que tengo la mancha de guineo es lo equivalente a proclamar que “soy de aquí como el coquí”, o sea, que soy boricua de pura cepa.
A través de este portal noticioso quiero hacerle un homenaje a la memoria de Miguelito, quien en vida nos deleitó con su talento. Los temas que se escucharon de él fueron “Un jíbaro en San Juan” y “Canto a Borinquen”.
La historia de Miguelito es increíble. Su nombre de pila fue Miguel Ángel Sánchez, que trabajaba como embolador o lustrador de zapatos en el Aeropuerto de San Juan. Vivía en el caserío Manuel A. Pérez y tenía nueve hermanos. Siempre le gustó el canto. Su voz dulce causaba mucha admiración entre los viajeros que llegaban al aeropuerto. Un día el productor norteamericano Harvey Averner, que iba a viajar a Ponce, estando en el aeropuerto escuchó a Miguelito cantar y quedó impresionado con su voz. Como él no habla español y Miguelito no hablaba inglés tuvo que utilizar a una azafata como intérprete para conseguir un contacto con el joven.
El sueño de este niño de 11 años se hizo realidad con Avener, el dueño del sello Coco Music. Grabó un disco de larga duración donde participaron como músicos nada menos que Papo Lucca (piano y arreglos), Nelson Feliciano, Kito Vélez (trompetas) y Mike Marrero (timbales), entre otros. Pero un fatal accidente, del que no se registran muchos detalles, le truncó la vida y una carrera que pintaba ser brillante en la música. Que Dios guarde al angelito de “la mancha de Guineo”.
Pero paradójicamente hice comparación cuando una vez le pregunté a mi abuela sobre la palabra corroncho que ella usaba para bajarle las “acciones” a cualquiera y ella me dijo a la gente que trabajaba en la Fruit Company que venían de la zona bananera a la plaza del boliche en busca de sexo con las prostitutas; se le decía gente con ronchas (manchas) de guineo; de ahí surgió el término corroncho. Al apocopar con ronchas (gente corroncha) y corroncho, después. Sin embargo, con el tiempo, adquirió connotaciones negativas y se usó despectivamente hacia aquellos nacidos en la costa Caribe colombiana. A pesar de esto, también puede interpretarse como una expresión de autenticidad y orgullo por las raíces caribeñas. El término “corroncho” ha generado debates sobre su significado, ya que puede percibirse tanto como un insulto como un elogio, dependiendo del contexto y la interpretación cultural.
Ahí les dejo esa relación léxica entre dos pueblos del Caribe.
Tómenos un tinto, seamos amigos.
Sigan siendo felices, Jairo les dice.
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Nota: El contenido de este artículo es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor. Jairo Eduardo Soto Molina, Profesor de tiempo completo titular, investigador 1279 (80), Doctor en ciencias Humanas, Par académico MiniCiencias-MEN