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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

Soy barranquillero de nacimiento. Y en los últimos 70 años, he visto crecer a la ciudad hacia todos los puntos de las rosas de los vientos, o mejor de las brisas que en éstos calores añoramos. De ahí que me sorprenda, al circular bajo las sombras de los andenes, de la variedad de restaurantes que se han instalado a todo lo largo y ancho de la geografía urbana y del área metropolitana, a la par del desarrollo arquitectónico, residencial y comercial.

En ese orden, ya no se sufre por encontrar lugar para ir a desayunar, o almorzar o cenar. Es decir, comer a gusto propio y no sólo del menú casero o del puesto de comidas de la esquina del barrio. Hay tal oferta gastronómica, que carecemos de suficientes gustos para satisfacer, a buenos precios, el apreciado paladar barranquillero. Ofertas que han ido en crescendo, pues cada día se extiende en el conurbano.

Barranquilla fue llamada, para la mitad del Siglo XX, “el mejor vividero del mundo” calificativo que provocó, luego del armisticio europeo y del asesinato del “Caudillo del Pueblo”(el verdadero), que se diera una gran migración de nacionales que huyeron de la violencia, brotada tanto en el interior del país, como en departamentos del caribe. Y cada inmigrante trajo, entre sus nostalgias, las costumbres culinarias de la tierra natal, que muy pronto se mezclaron con las nuestras. somos eclécticos en la mesa.

En días recientes del caluroso agosto, se realizó una nueva versión de la feria “Sabor Barranquilla: el gran encuentro anual con nuestra culinaria, no sólo del Caribe total, sino de los más diversos espacios de la cocina de la gran Colombia. Así mismo, fue escenario para que reconocidos y grandes chefs del fogón internacional brindaran, a un público ávido de sabores y saberes, sus trucos y magia en el arte de la nutrición moderna y tradicional. Todo un éxito del sabor currambero.

Pero agosto nos sorprendió con la inauguración -parcial- de “Muelle 1888“, un bello centro gastronómico ubicado en las inmediaciones del histórico y “dividido” Muelle de Puerto Colombia: puerta de ingreso de la cultura universal a este país de regiones. Es una magnífica obra arquitectónica que nos regresa a la nostálgica época del “viejo puerto”. Y donde se acogen platos marinos, fluviales y de todo el mundo. El “Muelle 1888” es un esfuerzo departamental y municipal. favor disfrutar y cuidar.

Con alguna frecuencia despierto con el paladar killero alborotado, repleto de esos recuerdos de la abuela Ma. Isabel que me hacen “agua la boca”. Pido un taxi y arranco de “one” para las calle-citas, parques y patios del barrio abajo, en búsqueda del sancocho de gallina “corretea” o los pasteles de arroz de la cocina de Josefina Cassiani y otras matronas del vecindario. Es un verdadero deleite de placer comer a los propios gustos, a la hora del “hambre vieja”, en los coloridos rincones de los alrededores del Estadio de Béisbol.

Algunas de las hermosas y grandes casas o mansiones del barrio el prado, y circunvecinos, hace pocos años han sido transformadas en unos restaurantes de gran “sofisticación”, pero respetando la arquitectura del patrimonio cultural. Y a no dudarlo son unos auténticos centros culinarios de lo nativo como de lo mundial, en materia de gustos y aficiones. En ese sector de la ciudad existe una envidiable ruta gastronómica y una sana diversión a toda hora. 

En otros tiempos, aquellos de soltería y sin gozar de la abuelidad, frecuentaba restaurantes y “comederos” situados, estratégica y ocasionalmente, en sectores del sur de la ciudad. La carrera 21 brindaba puntos para comer pescados y otros “manjares”. Pero ahora, de acuerdo a lo que observo en las redes sociales -a veces antisociales-, la mayoría de las zonas del sur están habitadas por grandes y cómodos puntos de buena comida. Es decir, cada vez más somos una urbe igualitaria.

En idéntico sentido se nota el crecimiento de los comercios de alimentos directos para el consumo, en las inmediaciones de las carreras: “Veinte de julio” y la 51b, convertidas en arterias del sabor, cuando fueron avenidas de una urbe residencial y fraternal. Así mismo existen otros sectores de esta Barranquilla, que poco frecuento por mi seguridad de abuelo, que son unos auténticos comedores. no hay plato malo en esas mesas apetitosas.

el gusto es, a no dudarlo, uno de los sentidos de mayor placer en la especie animal, entre ellos la humana. Posee el órgano universal: la lengua, la joya del paladar. Así son las cosas que debemos cuidar cuando de comer se trata. Quien no ha educado su lengua, para degustar e incendiar de pasiones su vida, muy difícilmente puede aprender de culinaria ni de sabores killeros. Acá se convive hasta con las lenguas mochas. ¡A comer se dijo Nojodaaa!

La próxima: La filosofía y el amor.

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