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Por: Jaime Colpas Gutiérrez, cronista e historiador
Un diálogo armónico entre la conservación arquitectónica e histórica y la modernidad de nuevos desarrollos habitacionales de propiedad horizontal, se ofrecen para ser construidos en el lugar donde quedaba la sede de Diario del Caribe, fundado el 13 de diciembre de 1956, ubicada en el paseo de Bolívar y la avenida de los estudiantes, Cra. 38.
En su segunda etapa entra como editor-responsable el intelectual Álvaro Cepeda Samudio, el cual se trasladó a su nueva sede en el barrio Abajo entre la Cra. 50 B con Obando, calle 42.
El cabellón Cepeda llega desde el 16 de octubre de 1961, en compañía del joven escritor Julio Roca Baena y Otto Garzón Patiño en la redacción deportiva; hasta cuándo se va del periódico por problemas en su salud el 10 de febrero de 1972.
El 28 de mayo de 1987 publiqué mi primera crónica histórica sobre el arribo del vapor “Taralalite”, el primer buque en entrar por las canalizadas Bocas de Cenizas del rio Magdalena, en ese mismo día y mes en 1936.
Es el diario que revivió la costumbre de editar un “Suplemento Literario”, todos los domingos en la prensa regional.
En marzo de 1988 entré a la sede administrativa a conversar con su joven director en historiador Eduardo Posada Carbó, quien me encargó la realización de un trabajo en serie sobre las etapas de la prensa barranquillera, el cual se publicó durante cuatros días seguidos y tuvo una buena aceptación entre los lectores del periódico.
Me hice amigo del legendario periodista y escritor Alfonso Fuenmayor, a quien conocí en su dinámica sala de redacción, así como a Carmen Peña Visbal, correctora de estilo, Wilfredo Eusse, Gilberto Marenco, etc.
Algunos años después nos dimos cuenta que su historia estaba en declinación, ya que en 1991 fue comprado por el Diario El Tiempo de Bogotá, transformándose en El Tiempo, Caribe, ya desaparecido.
Durante la toma del vídeo que muestra a un proyecto equilibrado entre la conservación de la tradición y los espacios nuevos, un empleado de la empresa constructora que está vendiendo sus tres torres, nos dijo que la sede administrativa se va a conservar como un auditorio para la cultura intelectual y social de la ciudad.
Amanecerá y veremos cuando empiece la demolición de sus bodegas y se construya tal cual como se observa en la perspectiva de la obra donde tres torres rodean a la edificación vieja donde una vez en el año de 1976 se presentó en sus puertas el cantante venezolano Pecos Camba con una mediana asistencia.
Recuerdo que en el anochecer de ese día pasé con el compañero e inextrañable amigo del colegio Francisco José Caldas, cuya sede funcionaba en la destartalada Estación Montoya en dónde llegaba el ferrocarril a Puerto Colombia, Nestalin Romero q.e.p.d.
Le estaremos siguiendo el rastro para ver si allí se puede hacer un homenaje a estos periodistas insignes en su sede ya reducida por la demolición que, quedará rodeada de múltiples familias jóvenes que habitarán las torres, de un estilo simplista. Sin duda, la historia es un barniz que le dará prestancia.
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