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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.
“EL primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas” Epígrafe de los pergaminos de Melquíades. (Cien años de Soledad. Pag 397).
La izquierda en Latinoamérica, para no decir en Colombia, donde nunca ha sido opción independiente de gobierno nacional o territorial, es propensa a apoyar gestiones de dictadores, en pasado o en presente, ello puede afirmarse, sino antes, de la consolidación del comandante Fidel Castro en el poder absoluto en la Isla de Cuba, a la que gobernó hasta su muerte y sigue ordenando a sus herederos políticos.
Es decir, por la herencia “franquista”, la Naciones de América Latina son tierra de dictadores, tanto de ropaje de “derecha” o de “izquierda”. Para corroborar esta idea basta recordar, a vuelo de pájaro, las novelas de tres premios nobel de literatura: de Miguel Ángel Asturias “el señor presidente“, de Gabriel García Márquez “el otoño del patriarca” y de Mario Vargas Llosa “la fiesta del chivo“. Todas ficcionan, novelan, la realidad.
Otros ejemplos literarios existen en la historia de la novela Hispanoamericana, pero no tengo pretensión de redactar un ensayo, de esos que hacía en la larga actividad académica, como catedrático universitario. Uno que deseo recordar, es la novela “Yo, el supremo“, del paraguayo Augusto Roa Bastos, que ficciona la dictadura que vivió, a mitad de siglo, el pequeño país sureño. Seguro es por el nombre del personaje central, un homónimo llamado Gaspar.
Pero ocurre que en estos días de deportaciones y dignidades, ha resurgido un personaje de novela premiada, en las ropas de un “histórico” Presidente Latinoamericano. Me refiero a la resurrección, en la vida real colombiana, del último coronel Aureliano Buendía, anti héroe de “Cien Años de Soledad“, la incomparable novela del Nobel García Márquez, encarnado en la figura de la Presidencia del “Pacto”.
En el comentado y polémico “trino” en el alba, el Presidente de la tan macondiana República de las “mariposas amarillas”, le respondió al Presidente, recién posesionado, de la casa blanca, para ripostar por las deportaciones “esposados” de indocumentados colombianos, lo siguiente, pero antes escribió: “así que si conoce alguien terco, ese soy yo“.
Con esa tarjeta de presentación, nuestro histórico Presidente remató: “Esta es la tierra de las mariposas amarillas, de la belleza de Remedios, pero también de los coroneles Aurelianos Buendia, de los cuales soy uno de ellos, quizás el último“(Ver El Colombiano.28/1/25). E invitando al Míster a un escocés, remarco: “Tenemos un problema de identidad. Algunos no se sienten orgullosos de nacer en el país de García Márquez, en el corazón del mundo, en el país de la belleza“. (infobae 29/1/25).
En la novela del Nobel costeño, se lee el siguiente fragmento que resume, a mi entender, el periplo del auténtico personaje de la novela:
“EL Coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. (…) Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de macondo“(Google).
No hay duda que en la novela icónica e irónica, Aureliano Buendía tenía las trazas históricas de cada uno de los dictadores que han “gobernado” en tierras de Latinoamérica. Así que, sin mucho esguince psicoanálítico, se pueda presumir que quien se auto-proclama el más terco y último de “los Aurelianos Buendia”, encube, como un “huevo prehistórico”, los ímpetus demagógico de sus homónimos de la ficción y de la realidad. Los dictadores son moda.
Al respecto, recordé un pasaje del libro “El hereje: Carlos Gaviria“(Ariel), de la periodista Ana Cristina Restrepo Jiménez, un reportaje sobre la vida del ilustre Ex-magistrado de la Corte Constitucional, en el que relata, con varias voces, los presuntos roces ideológicos que se dieron entre el difunto y El Presidente “Aureliano Buendía”, en la búsqueda de la unidad política de la izquierda andina, para entonces agrupada en el Partido Polo Democrático.
En la página 203 se lee: “El 10 de febrero de 2018(…), Héctor Abad Faciolince publicó en su cuenta de Twitter: “recuerdo cuando mi amigo Carlos Gaviria me contaba, con ira, de cómo Petro cambiaba las actas del polo, por la noche, para poner lo que no se había resuelto. un tramposo“. El, entonces, candidato de Colombia Humana, le trinó al escritor así: “Ni una sola acta…pasó por mis manos”.
La historia tiene sus pactos. Y en los avatares, ella, la historia exhibe el perfil humano de los hombres que asumen ser protagonistas. Ya sea real o fantasía. La historia de nuestra patria dividida demuestra que hemos perdido, en más de cien años de soledad, todas las batallas emprendidas para conquistar la tan anhelada “Paz perpetua”. Creo que es hora de más realidad y menos fantasía.
La próxima: Fallo sobre violencia contra las mujeres.
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