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Por GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

Tenía algún tiempo en que no asistía a eventos culturales o intelectuales, como congresos, festivales o ferias de libros. Actos donde van personas “diferentes” a las común y corriente. Pero, también de tiempo atrás, me picaban los pies, sentía “hormiguiño”, para ir a Cartagena a presenciar y disfrutar de un HAY FESTIVAL, donde autores reconocidos charlan de libros y pasean por sus estrechas y floridas calles amuralladas. Cartagena me seduce.

Este comienzo de año lo hice, sin pedir permiso. Tomé un bolso de promoción del Ateneo de Buenos Aires, regalo de una iluminadora amiga, metí mis pertenencias más personales, calce las sandalias de pescador y me fuí a LA HEROÍCA de un “aventón” en el automóvil, sin aíre acondicionado, de un amigo, quién me “bajó” al frente de la casa de GABO y me dijo: “Por aquí hay hostales buenos y baratos”.

No tuve dificultad alguna en hospedarme, con la pinta de “MOCHILERO”, en uno de los hostales-boutique ubicados en LA CALLE LARGA, frente al Centro de Convenciones “Julio Cesar Turbay Ayala”-casa del festival- y con balcón rosado frente a la Bahía de las Animas. Allí instalado, en el palpitante corazón del barrio GETSEMANI y ligero de equipaje busqué el programa para decidir a que autores leidos escuchaba.

Recientemente había reseñado, en éste espacio, los libros de SALMAN RUSHDIE, “Cuchillo” e “Ir a La Habana” de LEONARDO PADURA. Eran los escogidos. Pero, la boletería para escuchar al hindú estaba agotada por la “intelectualidad” andina y extranjera, que luciendo olan de todos los colores invadió Cartagena. La opción disponible era oír al cubano que, sin duda, era otra “estrella” del Festival.

A la hora programada, Padura ingresó al escenario del auditorio GETSEMANI del Centro de Convenciones, acompañado de la entrevistadora Clara Elvira Ospina que, de inmediato, inició interrogando sobre qué era y qué significa MANTILLA, desde donde arranca su relato de “IR A LA HABANA”, su libro recién publicado y que hojeaban los asistentes que colmaron, con un bullicio de domingo agotado, el gran salón de la Casa del Festival.

Mantilla, dijo Leonardo, es La Habana, solo que es un barrio situado en un extremo lejano, periférico, de la ciudad VIEJA, la colonial, la que encanta, como Cartagena. Precisando que ahí, en esa comunidad de vecinos, nació pocos años antes del estallido de la REVOLUCIÓN. Y allí, ha permanecido en la casa que construyó su padre, un masón convencido del SIGLO DE LAS LUCES, y cuidando a su madre, de 94 años, devota de la Virgen de la Caridad del Cobre. 

En Mantilla, precisó, inició SU AMOR POR LOS PERROS. “Soy el hombre que ama los perros”, anotó, aludiendo a su novela sobre el asesinato del dirigente ruso, León Trosky, en México. Jugó beisbol. Siendo consciente que fue “un mal pelotero”, por no tener brazo ni talla, para jugar en Grandes Ligas, aunque la pasión por el “deporte rey” la mantiene VIVA, como su interés de reportero por la música cubana. En Cartagena, Padura estuvo en su salsa.

En mitad de la entrevista, luego de comentar sobre la crítica situación cubana por la escasez, Padura giró hacia atrás y de un bolso, que se sostenía en el espaldar de la silla, extrajo un pequeño paquete blanco y rojo. Rápidamente y risueño lo exhibió al auditorio, diciendo: “RESULTA QUE AHORA SOY UN TRAIDOR DE LA PATRIA!… DEBO FUMAR LUCKY STRIKE. En La Habana no hay cigarrillos”. Y aseguró que se llevaría  unos cartones de PIEL ROJA.

Cerca de concluir la conversación, Padura abordo el aspecto del rescate del lenguaje de LA CUBANIA. Y contó que un personaje femenino, que aparece en la obra que está escribiendo, “ha tenido una magnífica noche de amor. Y al levantarse en el alba dice: COÑO CASI SE ME QUEMÁN LOS FRIJOLES!, mientras se saca el hilo de la tanga del culo”. El público estalló en aplausos y la risa se desbordó por el Getsemani, cayendo a la bahia.

La presencia del reconocido escritor cubano, mejor dicho de Mantilla, su barrio, su DEMO, o mucho mejor de La Habana, en Cartagena de Indias fue fugaz, como de estrella marinera. Pero logró, además de la entrevista en el salón GETSEMANI, conceder otras y participar en charlas en otras sedes del Festival, cuya cercanía me invita a regresar encantado a caminar la ciudad empedrada, A VIVIR LA VIDA COMO EN UNA NOVELA.

LA PRÓXIMA: REMEMBRANZAS DEL TEATRO EN BARRANQUILLA.
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