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Por: Jairo Eduardo Soto Molina
Docente investigador, Doctor en Ciencias Humanas, Doctorado en Educación UNADE
Por décadas, Latinoamérica bailó al ritmo del libre comercio, siguiendo la coreografía impuesta desde Washington, Bruselas y, más tarde, Pekín. La apertura de mercados, la firma de tratados bilaterales y la desregulación de las economías marcaron una era que prometía crecimiento a través de la inserción en la globalización. Sin embargo, lo ocurrido el 2 de abril de 2025, con la orden ejecutiva de aranceles recíprocos firmada por Donald Trump, marca el inicio de un nuevo paradigma: el proteccionismo regulado.
No se trata de un proteccionismo cerrado, de corte autárquico o nacionalista puro. Este nuevo enfoque no rechaza el comercio, pero lo condiciona, lo regula, lo reequilibra en función de los intereses nacionales. La regla es simple: “si tú me pones un arancel, yo te devuelvo el mismo”. No hay apertura incondicional. Se acabó la lógica de que el más fuerte impone las reglas; ahora, cada Estado reclama su derecho a proteger estratégicamente sus sectores productivos.
Mientras tanto, Asia redefine el comercio global sin mirar atrás. China, Japón y Corea del Sur, históricamente distantes, se unen con la ASEAN para construir la zona de libre comercio más poderosa del planeta. No es una unión ideológica, sino pragmática: acceso a mercados, cadenas regionales de valor y liderazgo tecnológico.
Y aquí está Latinoamérica, en medio de estos dos polos. ¿Qué hará la región? ¿Seguirá atada a tratados desiguales que la relegan a exportadora de materias primas, o apostará por un modelo híbrido, donde la apertura esté mediada por el interés nacional, la innovación local y la protección de su industria estratégica?
El proteccionismo regulado no implica cerrarse al mundo. Implica negociar desde la dignidad, con inteligencia comercial y visión de futuro. Exige diseñar políticas públicas que fortalezcan el tejido industrial, que den valor agregado a nuestros recursos y que formen ciudadanos capaces de competir en el nuevo orden multipolar.
Lo que está en juego no es solo la forma en que comerciamos, sino la soberanía económica de los pueblos latinoamericanos. La globalización no ha muerto, pero ya no es la misma. Y América Latina no puede seguir actuando como si lo fuera.