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Por: Jorge Vega
Colombia se aterró como hacía mucho no lo hacía con el atentado contra el senador Miguel Uribe, quien en medio de una arenga en la capital terminó gravemente herido minutos después de apoyar el porte legal de armas y los programas de salud mental. Dos temas que cobran relevancia pues trágicamente nos muestran una posible relación entre sí, la cual debería tratarse mancomunadamente si se quiere legislar con sabiduría sin obedecer a intereses lobísticos o políticos, y mucho menos personales.
El atentado no solo convierte a Miguel Uribe y a su familia en víctimas por el hecho en sí, sino que también lo revictimizan los políticos de turno, por un lado, y los medios de comunicación nacionales, por el otro.
Ejemplo de lo primero fue la aparición de Vicky Dávila en la clínica donde está Uribe Turbay, con su gran esquema de seguridad, abriéndose paso entre los presentes a fuerza y empujones como si lo importante no fuera el senador, su salud, y su familia sino ella y si afán mediático de figurar. La sanción social no se hizo esperar en redes y la crítica resonó fuerte. ¿Qué hacia ella ahí? ¿A cuenta de que se presentó a la clínica? Cuando finalmente pudo haber un momento de sosiego, y las cámaras estaban listas, su mensaje no fue hacia la salud y la recuperación del senador sino para acusar sin pruebas a Petro de estar detrás de lo sucedido. Si esto no revictimiza a Miguel Uribe, no sé qué lo hará. Imagínese que la situación hubiera sido con un candidato de izquierda, ¿cree usted que habría estado bien que se presentara, tal vez, María Pizarro, o Roy Barreras para dar declaraciones innecesarias?
Este “vitrinazo” que se dió Dávila, también lo aprovecharon, de igual forma y fondo, muchos otros políticos quienes, dejando de lado la empatía por la familia del afectado, corrieron como buitres sobre una presa herida a la que aún no le pueden hincar el diente, pero que toca estar cerca a ver si se muere y comienza la fiesta, o si se salva y toca alejarse. Casi todos los políticos que se presentaron a la clínica o usaron el nombre de Miguel Uribe no tienen relación de familiaridad con él, y sus declaraciones usándolo como plataforma política me han hecho revolver el estómago.
Aquí entra en juego el otro actor que mencioné anteriormente, es decir, los medios de comunicación que sirvieron como amplificador y vitrina de todos los políticos. La falta de conocimiento del tema me pasa factura, porque desconozco si esos espacios son pagados por los primeros actores o si son cedidos de buena gana por los segundos en su guerra por el clic y los Me Gusta en sus plataformas. Sea cual sea la respuesta, la verdad es que es repugnante lo que los medios han hecho con el caso del senador. Se han arropado con un manto de falso interés por la vida del afectado y su familia, para abrir el espacio a cuanta teoría descabellada y sin evidencia pueden encontrar. Se les ha olvidado que la vida de un ser humano, un compatriota está en juego y que eso es más importante que lo demás. ¿O es que la vida de Miguel Uribe vale más si se extingue porque el precio político que trae es que la izquierda no siga en el poder en el 2026?
Hay que estar muy hambrientos de dinero o exposición en redes para pasar por encima de la dignidad que debe tener Uribe Turbay y su familia y que ambas partes hayan olvidado el mínimo de decencia humana. Los primeros porque no están llamados a dar declaraciones. El país no las necesita y tampoco se las están pidiendo. La recuperación del senador está muy por encima de las opiniones personales; la dignidad de su familia (que se ha mostrado muy reservada en sus comentarios en redes) prima sobre cualquier deseo de figurar en política. Y si aún las opiniones fueran pedidas por los medios de comunicación, en su afán de monetizar con la vida o muerte de, un casi caudillo político, lo más humano hubiera sido negarse a decir algo por respeto. Eso sí es mostrar verdadera solidaridad, humanidad, decencia, o empatía por el prójimo y sus allegados.
Nadie, absolutamente nadie diferente a la familia de Miguel Uribe debe encontrar en los medios de comunicación una vitrina para usar su desgracia para fines políticos. Y ningún medio de comunicación debería ser tan infame, como han mostrado ser, al darle pantalla a los que falsamente han posado de solidarios, pero que en realidad llevan debajo al animal de carroña esperando lo peor para darse su festín. Miguel Uribe no es santo de mi devoción, pero por encima de mis diferencias con él, respeto su vida y la dignidad de su núcleo familiar, y por ello deseo su recuperación satisfactoria para poder verlo hacer uso de su ejército político sin que él o sus contendores sufran lo que les pasó a los miembros de la extinta Unión Patriótica o a Gaitán, Galán, o Lara Bonilla. A los tres últimos no los mató la oposición sino oscuros intereses políticos del mismo bando. Y eso, eso es un hecho comprobable.
Lo expuesto en este artículo es de completa responsabilidad del autor.