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Por: Roque Ortega Murillo.

En el pintoresco pueblo de Luarca, la pequeña villa pesquera de Asturias en el norte de España vive José Amael, el niño enfermizo que sobrevivió a la gripa española de 1918. A pesar que se contagió en esa época logro superar la pandemia de la gripa española, hoy tiene 103 años y aspira vivir hasta 110 años. Don pepe recuerda haber inhalado vapores de algas y hojas de eucalipto para curarse.  Era el único recurso terapéutico a la mano.  Hoy goza de una salud de acero y cuenta con detalles los recuerdos de la edad de cuatro años.  En ese tiempo no existían unidades de cuidados intensivos, ni respiradores artificiales, ni los sofisticados equipos de diagnósticos que trataran la peor pandemia vivida por la humanidad en el siglo XX.  Se estima que entre los años 1918-1920 en plena guerra mundial este virus infectó a 500 millones de personas, provocando más de cuarenta millones de muerte. “Gracias a esos vapores pude sobrevivir” asegura este roble centenario.

En esa misma época en EE. UU, donde surgió esta mortal gripa que traía consigo como mayor complicación una neumonía; también se conocían maravillosas historias de familias y personas que se salvaron de contraer el virus gracias a los misterios de los poderes mágicos de la naturaleza.

Hay documentos que afirman que una propietaria de un salón de belleza en Chicago colocaba alrededor del negocio unos jarrones con cebolla cabezona cortada en rodaja; este saber de la tradición popular salvo la vida de la propietaria del salón, a sus trabajadoras y a sus clientes. Ellas no contrajeron el virus.

En 1919 médicos quienes atendían a granjeros en los Estados Unidos, se llevaron una enorme sorpresa al encontrar a una familia numerosa que no se infectó con el letal virus de la gripe española. La madre del hogar coloco rodajas de cebollas en todos los sitios de la casa. El médico tomó las cebollas y observó a través de un microscopio que el virus se había adherido al bulbo. El facultativo encontró la explicación, que la sabiduría popular les había protegido.

Hace pocos días un equipo de investigadores del Reino Unido ha encontrado posibles alternativas a los antibióticos; un manuscrito medieval refiere un remedio de 1.000 años de antigüedad que podría funcionar como un antibiótico potente, dicen los científicos.

Este remedio natural de 1.000 años de antigüedad hecho de cebolla, ajo, vino y sales biliares ha demostrado potencial antibacteriano y podría tratar las infecciones de los pies y las piernas de los diabéticos. Conocido como el “colirio de Bald” el tratamiento tiene el potencial de afrontar las infecciones por biopelículas, comunidades de bacterias que resisten a los antibióticos y hace que sean más difíciles de tratar, dijeron los investigadores. El estudio es dirigido por Freya Harrison, microbióloga de la Escuela de la Ciencia de la Vida de la Universidad de Warwick en Reino Unido.

Esta científica es una apasionada por historia medieval, se enteró del libro “Bald´s Leechbook” encuadernado en cuero que se encuentra en la biblioteca británica “Todo ese tiempo esencialmente el mismo remedio estaba en un texto medieval inglés, pero nadie se lo había tomado en serio” dice la microbióloga.

Curiosamente gracias a un libro antiguo una investigadora China, Tu Youyou, encontró que la artemisinina, medicamento para la malaria derivado de la planta de ajenjo. Llama la atención que un libro medieval inglés, también, destaco que los ingleses utilizaban un remedio para la malaria con la mencionada planta.

En ese manuscrito milenario los investigadores han encontrado algo de esperanza debido a que los científicos están buscando en todos los lugares posibles alternativas a los antibióticos porque hoy en día muchas personas crean resistencias a estos medicamentos.

Personalmente tengo la experiencia de haberme curado de un Dengue en la ciudad de Cali, gracias a Margarita Patiño enfermera de la Universidad del Valle, quien conocía del estudio del matarratón realizado en esa alma mater, en pocos días estas ramas de este árbol que conocí desde niño en Barranquilla y en Valledupar, desafortunadamente hoy en día es raro encontrar estos maravillosos sotos que servían para darnos sombras del infernal sol de aquella época.

Las anteriores referencias muestran la importancia de la prodiga naturaleza (la pacha mama) que a través de la historia sigue y seguirá aportando recursos para prevenir y curar multitudes de enfermedades. Ese conocimiento que gracias al cielo se ha transmitido por medio de las abuelas y el chismorreo de la radio bemba, poco a poco se ha ido retomando debido a que cada día millares de personas en el mundo tienen menos recursos para acceder a la medicina moderna.

Hoy en días deberíamos ser arqueólogos de las recetas de nuestras abuelas, que sin lugar a dudas vamos a descubrir pócimas, ungüentos y otros secretos que ellas utilizaron en otra época para solucionar diferentes enfermedades como por ejemplo el mal de ojo.

Así como esas investigadoras del Reino unido descubrieron ese antibiótico a base de cebolla, vino y sales biliares usado aproximadamente mil años, seguramente en nuestra medicina indígena encontraremos recetas mágicas como el canto al Jai que busca el equilibrio entre lo ecológico y lo cosmogónico. “Toda enfermedad, sea cual fuere su causa debe ser “cantada” Un acto terapéutico que busca rescatar el alma perdida en otro mundo.

Colofón: Al gobierno de Duque, especialmente a la canciller Marta Lucia Ramírez, hay que azotarlos con pringamoza a que ver si espabilan y dejan de mentir al mundo. Cínicamente “martuchi”, sin aspaviento declaro en la ONU, que los muertos en la protesta social fueron provocados entre vándalos y no por miembros de la policía. Aquí en este país las fuerzas del orden violan los derechos humanos.

¡Mandan Hígado ¡

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