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Por: Jairo Eduardo Soto Molina
“En derecho lo que no se prueba se presume que no existe” Yoyito Sabater
Esta era la frase que caracterizaba a Kaliman y se la transmitía a su inseparable amigo Solín en la radionovela transmitida por La emisora Riomar de la antigua cadena radial llamada Todelar. Esa es la actitud que se debe tener ante el espectáculo circense de la fiscalía. Revelando inclusive pruebas que deben ser de reserva sumarial. Además, haciendo anuncios al final de las audiencias como los acostumbrados avances de las telenovelas o los realities hoy muy en moda.
El presidente Gustavo Petro Urrego ha actuado con madurez, serenidad y paciencia dejando actuar a las autoridades y sin interferir en sus acciones. No ha dicho ni ha hecho nada que se pueda interpretar como una presión para los fiscales o jueces, respetando las actuaciones de las autoridades judiciales y ha señalado los principios que guiaron su campaña y se ha comparado con sus antecesores, pidiendo que no lo confundan.
Lo sucedido en Colombia no es un caso único, aquí han ocurrido innumerables hechos de infiltración de las campañas y, sino que se haga una fila de expresidentes y que lancen la primera piedra. Inclusive en el mundo, en países mucho más desarrollados es tema de controversial el manejo de los dineros de las campañas, convirtiéndose en escándalos nacionales. Esto ha sucedido en Gran Bretaña, en Francia, Italia, estados Unidos, Brasil, Ecuador y Perú; tampoco se han escapado. En América Latina con contextos premodernos, donde todo nos ha llegado tarde; es mucho más evidente. Lo malo en esta subregión es el aporte que el narcotráfico ha hecho a las campañas. Esto se ha vuelto reiterativa elección tras elección.
Los responsables de la vida política pública, es decir, quienes dirigen la inmensa cantidad de partidos en Colombia; las organizaciones sociales, que esto se debe manejar con información que haya sido previamente verificada por las autoridades judiciales: Fiscalía, Corte suprema, Corte Constitucional o Congreso de la República, Consejo Nacional Electoral, jueces, etc. No sea que se continue en el pais elaborado prejuicios tomados de los noticieros y diarios amarillistas que en este país son la mayoría. No sea que cada uno quiera armar su propio caso judicial. Se debe esperar a que las autoridades evalúen las pruebas. Debido a que esa es la única manera de llegar a conclusiones basadas en hechos ciertos probados en las evidencias.
Alegremente, algunos políticos enemigos del actual gobierno creen que este es el comienzo del fin del mandato colombiano de Gustavo Petro y sería lo peor que le podría suceder a la democracia colombiana. El presidente Petro debe concluir su periodo para el cual fue elegido a través del mandato popular del pueblo. Esto es un juicio a un ciudadano que pertenece a un partido de gobierno que pudo haberse llamado Pedro Pérez o Jairo Soto. Pero la saña es que es Nicolás Fernando Petro Burgos, un joven que hizo Dios “contento y enamorado”. Esto es producto de la cultura nacional y latinoamericana que ha imperado por más de 500 años. El pensamiento colonialista y colonizante, la cultura que hace prevalecer el tener y el poder ante el ser y el saber. Una cultura que incluso es ejercida del mismo modo por las mujeres, ¿o acaso si el joven contento y enamorado no habría cambiado de conyugue esto se habría sabido?
La joven Daysuris del Carmen Vásquez Castro, más conocida como Day, quien desde el 2 de marzo su nombre se hizo viral debido a la entrevista que otorgó a la revista Semana, nada menos que a Vicky Dávila, en la que acusó a Nicolás Petro de haber recibido dinero de ex narcotraficantes y políticos cuestionados como “El Hombre Marlboro” y “El Turco” para campaña política. Dinero utilizado por Nicolás para la compra de una lujosa casa en Barranquilla. ¿Todo esto se habría sabido? Sí ese hombre “contento y enamorado no la hubiese dejado por la “Protagonistas de Nuestra Tele”, Laura Ojeda Estupiñán. Los cachos la llevaron a Day Vásquez a ser imputada por la Fiscalía: hackeó el celular de la nueva mujer de Nicolás Petro para comprobar la infidelidad y es el delito más grave que afronta. En la modernidad tardía, sobre todo, donde no parece quedar ningún sitio legítimo para lo “natural”, lo “cultural” monopoliza todo discurso sobre el hombre y su sociedad. Pero cuando un significante pretende significarlo todo, su capacidad para significar algo particular se debilita. Quizás sea esta la razón por lo que la cultura ahora empieza a ser categorizada y clasificada, dado que, por sí misma, su significado, de tanto que se ha ensanchado, empieza a disolverse. Boas, F. (1984) buscaba en esta relación “las fuentes de una verdadera interpretación del comportamiento humano. Cada cultura reviste elementos únicos y diferenciadores y por cultura aquel entendió “todas las manifestaciones de los hábitos sociales de una comunidad, las reacciones de un individuo en cuanto afectado (mujer colonialista) por los hábitos del grupo (hombres machistas) en el mudo en el que vive y los productos de las actividades humanas en cuanto determinadas por esos hábitos. Es evidente que ambos mantienen una noción de cultura colonialista en su pensar, en su sentir y en su actuar que llega desde hace 500 años hasta nuestros días a través de la reproducción cultural, y que apunta a significar el conjunto de elementos sociales que están en la base de la vida cotidiana de los mujeres y hombres concretos.
Ante “el engaño” saco “la cándida Day lo peor de sí. Por ello es común en nuestro medio que seres que se aman terminen odiándose después de romper lazos amorosos. Es de seres superiores saber aceptar estas circunstancias.
Citas al final:
“No hay fuerza más poderosa que la mente humana y quien domina la mente, lo domina todo”. Kaliman, el hombre increíble: con mi abuela”, un encuentro entrañable con la radio.
Tomémonos un tinto, seamos amigos y sigan siendo felices Jairo le dice.
Bibliográfia:
Boas, Frank: (1984). Race, Language, and culture: London: Macmillan.
Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor. Jairo Eduardo Soto Molina, Profesor de tiempo completo titular, investigador 1279 (80), Doctor en ciencias Humanas, Par académico MiniCiencias-MEN